Su origen tiene lugar en las laderas frías del Iztaccihuatl, la tercera elevación montañosa más alta de México (5282 m), donde existen nieves perpetuas. Su cultivo se asocia a la agricultura indígena, con especial resistencia al frío y produce sus frutos tropicales incluso bajo circunstancias mediterráneas.
Su fruta es cremosa y comestible. Además, con sus hojas se pueden hacer infusiones, con precaución, puesto que son somníferas.