La
imposibilidad de lo vernáculo.
La
arquitectura del INC
PABLO RABASCO POZUELO
Universidad de Córdoba. España
atrio, 15-16 (2010)
ISSN: 0214-8289 p. 5 - 26
Resumen: Los profundos cambios acontecidos en la interpretación y
uso de la arquitectura vernácula en las primeras décadas del siglo XX, desde
ámbitos tan distintos como las exposiciones universales, las obras de carácter
totalitarista o nacionalista, modificaron los modos de construir y entender el
habitar en el entorno urbano y rural. En la obra del Instituto Nacional de
Colonización se reflejan las tensiones y la importancia de este proceso al
amparo de la evolución de la arquitectura contemporánea en España.
Palabras clave: Arquitectura
vernácula, colonización, vivienda rural, exposición internacional, autarquía,
arte del franquismo.
Abstract: The profound changes in
the interpretation and use of
vernacular architecture taking place during the first decades
of the 20th century – from spheres as
different as the international exhibitions or the works of totalitarian or
nationalist nature – modified the way in which the dwelling in urban and rural
environments was built and understood. The work of the Instituto Nacional de
Colonización shows the tensions and importance of this development in the evolution of
contemporary architecture
in Spain.
Key words: Vernacular
architecture, colonization, rural housing, international exhibition, autarchy, art in the Franco years.
Es
posible que las determinaciones geográficas, físicas, culturales o políticas
nos impliquen de tal forma que terminen acotando espacios de pensamiento, y sin embargo, como si ese acotamiento se presentara mal
constituido, termina ampliando significados más allá de lo que en un principio
pudiésemos sospechar. La eliminación de lo vernáculo en el hecho arquitectónico
no va separada de otro tipo de actitudes desprendidas hacia lo social o hacia
el tiempo como estructura de lo tradicional.
El concepto de arquitectura vernácula va íntimamente
relacionado con la decadencia y el final de su propio significado. Su
expansión, a través de las visiones románticas y conservacionistas, dificulta
ampliamente la necesidad de volver a una realidad tanto nominativa como
existencial.
La aparición de este término, coincide en el tiempo con
un hecho determinante para la historia de la arquitectura, la paulatina
aparición de conceptos urbanos y habitacionales en los que se separan los
elementos básicos que determinaban la esencia de lo vernáculo: el habitar como
un construir en presente. El hombre se ve retirado en el control concreto del
proceso. Aquellos que deben ocupar el lugar dejan de intervenir en la construcción,
no sólo de un forma real y efectiva, como fuerza de trabajo y planificación,
sino también como aportación de unas estructuras que van desde lo cultural a lo
tradicional, del entorno y los elementos heredados de intervención en él.
Lo cierto es que dentro de todo proceso se llega a un
punto final de reflexión, a una situación tan obvia que nos hace replantearnos
el propio significado de lo nombrado. En esta ocasión, la arquitectura
vernácula, aquella ligada a lo cotidiano, a lo circundante y a la tradición, se
ve reflejada en una extrema imagen de lo que no era.
Así, los procesos abiertos en España durante el período
de autarquía, y en general durante el franquismo, jugaron un papel
importantísimo en esta mutación del concepto, coincidiendo con un momento
terminal de esta forma de entender la arquitectura.
Anteriormente, la búsqueda de unas identidades de
carácter nacional con pretensiones muchas veces de destacar en lo
internacional, o de hallar respuesta a través de conceptos amplios de carácter
exclusivamente políticos, trazaron todo un mapa de discursos y propuestas que
no hicieron sino potenciar el declive de lo vernáculo, de aplacar las
necesidades del hombre de ocupar y construir un espacio.1
En el caso español, el debate se fue extendiendo en el
tiempo. Desde posturas obvias y conservacionistas/exhibicionistas desarrolladas
en las primeras décadas del siglo XX en ejemplos que posteriormente veremos,
hasta encontrarnos de bruces con una situación política como la dictadura
militar de Francisco Franco, que resolvía la problemática llevándola a una cota
cero, a una búsqueda de la identidad de nuestra arquitectura a partir de
modelos con una fuerte carga simbólica como podían ser las arquitecturas de
Juan de Herrera o de Villanueva. A la vez se potenciaba lo rural a través de la
imagen vernácula como un posicionamiento también político. En este sentido, las
nuevas poblaciones llevadas a cabo por el Instituto Nacional de Colonización
pueden mostrarnos la tensión entre una apuesta política dirigida a buscar la
esencia del mundo rural a través de la recreación de poblados en base a modelos
comunes, y la labor de creatividad de los propios arquitectos, que en muchas
ocasiones supieron fijar en la obra las verdaderas problemáticas de su esencia.
Problemáticas
en el reconocimiento de lo vernáculo
El
hecho es que desde principios del siglo XX se venía experimentando con la
construcción de espacios que recreaban la arquitectura vernácula. Los ejemplos
son de todos conocidos, sobre todo aquellos que se desarrollaron en el ámbito internacional
de las exposiciones universales. Los ejemplos de Amberes, Bruselas o la apuesta
por recrear espacios urbanos y rurales en la de París de 1890 con el “Pueblo
Suizo” y el “Viejo París”, no son sino ejemplos que nos ayudan a entender el
desarrollo de esta idea en la Exposición Universal de Barcelona de 1929 con el
“Pueblo Español” (imag. 1)2.
Imagen 1. Pueblo Español.
Ilustración de la Plaza Mayor. Barcelona, 1929.
La
recreación de este pueblo, diseñado por Francesc Folguera
y Ramón Reventós en 1926, no fue sino un registro de los ejemplos más destacados
y peculiares de la arquitectura vernácula española, donde se visualizan no sólo
conceptos urbanos y arquitectónicos de nuestros pueblos, sino que igualmente se
saca de contexto lo vernáculo sin una relación clara con el proyecto urbano.
Las viviendas aisladas tradicionales se insertan en espacios urbanos destinados
a una interpretación y uso turístico, configurándose una trama confusa de
significados. Igualmente, este concepto se tuvo en cuenta a la hora de realizar
el Palacio de la Agricultura por Josep María Ribas y Manuel Magol,
en un contexto similar.
¿Cuáles eran lo planteamientos que nos llevaron a recrear la arquitectura
tradicional de nuestros pueblos y ciudades? Sería complejo entrar en las
razones esgrimidas en todos y cada uno de los ejemplos que se dieron en la
Europa del XIX y del XX. Sin embargo, podemos observar cómo, si bien en un
primer momento parece captarse un interés por reivindicar lo nacional y mostrar
al resto de Europa las formas arquitectónicas que definen su propia
idiosincrasia, enmarcando este discurso en un romanticismo politizado, el hecho
de recrear esos espacios y mostrarlos en un ámbito reivindicativo nos habla
igualmente de la necesidad de empezar a plantear su recuerdo, su final.
Cuando sentimos la necesidad de hacer perdurar este tipo
de arquitectura y conjuntos urbanos,
más allá del proyecto vital que las define, no hacemos
sino lanzar un canto de cisne en el que nos reconocemos en nuestra relación
con estos elementos. En todo caso,
no se trata de una acción/reacción. El hecho de las recreaciones arquitectónicas tomando como referente
a las obras vernáculas en el ámbito de las exposiciones nacionales e internacionales no es sino un signo en el que detectamos el momento, el fin de
un modo de hacer arquitectura
que ha definido gran parte
de nuestra cultura.
Así, el gran proyecto
realizado por el Instituo Nacional
de Colonización durante más de 30 años en nuestro país
no hizo sino crear una mayor confusión a la
hora de estudiar la pervivencia
de lo vernáculo.
De una serie de posturas conservacionistas y nacionalistas nos vemos ahora envueltos en conceptos ligados a un tradicionalismo y a un paternalismo que asume también las formas arquitectónicas urbanas como elemento útil y necesario.
Para entender
correctamente la relación heredada entre la ciudad y el campo en
su tendencia social en España desde
las primeras décadas del siglo XIX, han sido de gran ayuda las aportaciones que sobre este tema ha hecho
Francisco J. Caspistegui Gorasurreta3. En sus estudios ya nos indica
la complejidad y amplitud
del término, “... el tradicionalismo
es un fenómeno multiforme, una trama
de significados diversos
entre los que puede incluirse
una buena parte de la derecha española contemporánea.”. No sólo estamos de acuerdo con estas afirmaciones sino que, aplicando las diversas tendencias e ideas tradicionalistas que se desarrollan
en nuestra contemporaneidad, veremos cómo, en el caso
de la visión obviamente tradicionalista del carácter urbano y arquitectónico de los poblados construidos por el Instituto
Nacional de Colonización4, se torna especialmente complejo y contradictorio.
En primer lugar, y
como afirma Caspistegui, el tradicionalismo no
surge como una tendencia política o cultural, sino como una natural reacción al proceso de negación de nuestra propia identidad política y social que se
produce con la revolución francesa.
Igualmente, se potencia de
forma destacada a partir
del movimiento social que se despierta
con el sentimiento antirrevolucionario
desarrollado a través de la
ocupación francesa de 1808 y
los levantamientos, especialmente
campesinos, dirigidos por el clero
rural5.
De forma muy
similar se produce aquí esta
tendencia con la llegada
del franquismo. El tradicionalismo
que se desarrolla en estos momentos parte de un cambio político radical, hacia atrás y en negativo6, desde un sistema democrático como el republicano más ligado a las tendencias europeas. Parece como si el propio
sistema político tratara de anclarse en el propio territorio,
de evitar una fusión europea, de trabar el aperturismo ya propuesto. Se trata pues de una escapada hacia atrás, en
contraposición al avance que
suponía la exaltación de los
valores tradicionales en las primeras décadas del XIX, y fuertemente enraizado en las tendencias de poder de la iglesia católica que jugaría un papel fundamental para
la difusión de estas ideas tradicionalistas.
“Uno de los elementos centrales de esa novedad [se refiere al nuevo sentimiento despierto contra las propuesta de
la Revolución francesa] era
la pretensión de superar desde bases nuevas el Antiguo Régimen”7.
Como tendencia
general, y teniendo de nuevo en
cuenta la mutabilidad del concepto que manejamos, la ciudad
era la imagen y el soporte antitradicionalista
y republicano, en contraposición de las zonas rurales de tendencia
monárquica8. La asimilación de una tendencia política de raíz fascista y unipersonal lleva a colocar a la figura de Franco en una tendencia tradicionalista que puede buscar numerosos
apoyos en esas zonas rurales.
Pero centrándonos
en lo planteado en las nuevas poblaciones,
veremos cómo, si bien se potencia el desarrollo de estas zonas rurales,
también se exagera desmesuradamente su negativa situación social y su estado moral cayendo en una clara contradicción. Franco va a plantear la existencia de un grave estado de decadencia en las zonas rurales, pero un estado decadente no sólo en su aspecto
económico sino especialmente en el moral. En este sentido
asume y hace suyos los daños espirituales causados por la situación de dejadez hacia estas zonas por parte del gobierno republicano. Incluso, en la Ley de 26 de Diciembre de 1939
de Bases para la Colonización de Grandes Zonas, se acentúa el sentido negativo de los planteamientos republicanos expresándose de la siguiente manera...
“...no sólo intereses legítimos y respetables del capitalismo rural, sino también otros bastardos,
han dado lugar en los tiempos pasados, amparándose en el Estado liberal y parlamentario,
a que la transformación más
revolucionaria que pueda hacerse en el suelo,
el riego, se dilate por decenios
enteros, impidiéndose la obtención de inmensos beneficios económicos y sociales para la nación entera.”9
Llegará a plantear la existencia de un daño difícilmente recuperable para el cual se necesita toda una amplia y esforzada labor que en los poblados del INC ha de ser un ejemplo
intachable.
La contradicción
que aquí se plantea dentro del
espíritu conservador y tradicionalista, es que la base de este
sentir se apoya en la seguridad de que la ciudad
es la cuna de todos los
males de nuestra sociedad,
un campo fértil para el desarrollo
de una burguesía ligada a
las ideas republicanas, mientras
que en el campo la moralidad
y el ejemplo se ve reforzado por la metáfora de elemento sustentador de la civilización a través de la agricultura especialmente.
Como afirma
Francisco Daniel Hernández Mateo en su interesante estudio sobre el sentido y evolución de la modernidad en nuestra
arquitectura...
“Los elementos
constitutivos esenciales de
la utopía franquista de posguerra son, a nuestro entender: recomposición de la unidad de España a través de la tradición, rota por la vía de la moda extranjerista –el Cubismo y el Movimiento Moderno- y por la imitación servil de los hitoricismo; el retorno a la sencillez de una vida placentera, gravemente dañada por el régimen de corte urbano anterior; conferir mayor importancia a los intereses comunitarios que a los individuales;
y espiritualismo –mundo agrícola- frente a materialidad –mundo industrial-.”10
Esta era la situación
creada a través de un conflicto mal entendido, donde se entremezclan cuestiones políticas que parecen querer solucionarse a través de la imagen,
del profundo significado de la imagen arquitectónica. El debate arquitectónico
es amplio y complejo. Como ya hemos planteado,
desde el nuevo Gobierno se potencia la idea de la búsqueda de
un estilo nacional que encontrará en la obra de Juan de Herrera su referente imperial, naciendo obras como la Universidad Laboral
de Gijón de Luis Moya o el Edificio
para el Ejercito del Aire realizado
por Gutiérrez Soto. Estos intentos,
que en su raíz eran más
amplios y pretenciosos, se quedaron en meros
impulsos que al menos si que valieron para conseguir un puñado de imágenes para publicitar esa Nueva España deseada. Por otro lado, y fuera de las grandes obras más
representativas y escenográficas
por todos conocidas, se buscó crear una arquitectura de tipo tradicional y bucólica aplicable en nuestro
caso a los proyectos de las
nuevas poblaciones llevadas a cabo por el INC, y a otras situaciones ligadas a la reconstrucción de algunos pueblos afectados por la contienda civil por parte de la Dirección General de Regiones Devastadas, la construcción de nuevas poblaciones ante la total destrucción de la población original como
en el caso de Belchite, o de la construcción de
barriadas de viviendas de tipo
social que persisten en una
imagen tradicional en muchas de nuestras ciudades durante la década de los 40 especialmente (imag. 2).
Imagen 2. Barriada Arrese.
Málaga, década de los 40.
En
el caso de los primeros poblados diseñados para el INC, se tomarán en cuenta
ideas de carácter nacional, tradicional pero con un
concepto demasiado amplio. Así, parece cómo si se
buscara una tipología referencial basada en ideas preconcebidas y deformadas de
los pueblos de Andalucía (tipología de la vivienda, fachadas encaladas, adornos
florales, rejerías...) y de los pueblos manchegos (sobriedad, plaza mayor con
iglesia, espacios más ordenados...). Con esto, se trata de poner en relación
una cierta idea reconocible por todos de lo que sería un prototipo de pueblo
español.
Pero
el gran proyecto que terminó con la construcción de más de doscientas nuevas
poblaciones en todo el territorio nacional fracasó en su intento de crear esos
ejemplos emblemáticos. Se planteó como resuelta la problemática de la vivienda
en el sentido que venimos reflexionando, tomando como ejemplos la arquitectura
tradicional de nuestros pueblos. Sin embargo, no estaba claro el modelo de
ordenación territorial a seguir, y se propusieron modelos concretos de hábitat
disperso que finalmente no llegaron a cuajar salvo en la zona de explotación
gallega, donde se establecía una relación con el territorio bien distinta al
resto de regiones.11
Tras
la construcción de los primeros pueblos, y hasta mediados de la década de los
50, se siguieron en la mayoría de los casos unas tendencias comunes que
respaldaron ese intento de crear un fórmula de
carácter tradicionalista y propagandístico a la hora de diseñar los poblados.
El
planteamiento de la estructura interna de las poblaciones presenta igualmente
una serie de constantes que se resumen en los siguientes puntos12:
·
Ruptura de las perspectivas.
·
Establecimiento de una
plaza en la que se concentran los equipamientos y el comercio.
·
Agrupación de las
edificaciones en orden a crear una impresión de masa continua.
·
Búsqueda de separación
del tránsito de peatones y del tránsito de peatones y el de carros y animales.
·
Trazado de una calle
principal que terminará con la perspectiva de la torre de la iglesia.
·
Establecimiento de bosquetes que
rodeaban el pueblo.
·
Énfasis especial en las
iglesias y en su torre como hito fundamental del pueblo.
Estas
constantes lo son teniendo en cuenta que hablamos de más de 200 poblados
realizados en tres décadas diferentes, con una gran diversidad de propuestas
que nos indican igualmente la inexistencia de unas claves comunes para
agruparlas. Estas claves, tal y como aparecen expuestas en el texto, lo son en
tanto que acumulan datos a modo de estadística, y no como propuesta de una
teoría común que albergue algún atisbo de tendencia urbanística a aplicar. Ni
tan siquiera podríamos hablar de una tendencia o línea operativa aceptada que
afecte a un número suficiente de poblados, ni de procederes de diferentes
arquitectos como para establecer grupos diferenciados de aplicación urbana:
“El
plano de los poblados no tiene forma fija ni tampoco está determinado por una
teoría urbanística aunque se haga el seguimiento de
alguna. Como norma general, tras el análisis de los planos podemos indicar que
tienen un núcleo central donde se ubican el Ayuntamiento, Iglesia, Centro de
Sanidad, etc.; la existencia de una calle principal que desde la carretera se
une a ésta con el conjunto urbano y, a veces, dos calles principales que se
cruzan en este lugar.”13
Como
vemos, los puntos comunes hacen referencia a planteamientos urbanos básicos
anclados en una tendencia tradicional. Tendencia que es la base necesaria para
un correcto acoplamiento entre los colonos y el espacio urbano físico.
La
orientación de las reflexiones se centra en las separaciones circulatorias y en
el trazado racional de los diferentes itinerarios que por las características
de cada población se pueden presentar. Se trata de un paso seguro en la evolución
de problemáticas urbanas que habría que tener en cuenta por parte de los
arquitectos que a lo largo de las siguientes décadas trabajarán para el INC.
Como
es lógico, el paso del tiempo y la cristalización de algunos ejemplos más o
menos brillantes en la concepción de algunos de estos poblados fueron creando unas
tendencias que pueden ser reconocidas. Pero el impulso no dejó en ningún
momento de ser personal y complejo, bajo unas constantes muy abiertas en el
campo formal de lo urbano y de lo arquitectónico (imag.
3-4).
Imagen 3. Perspectiva
visual de viviendas en el poblado del I.N.C. La Montiela,
Córdoba.
Imagen 4. Plaza principal de Algallarín
(Córdoba), Carlos Arniches, 1953.
El
primer intento serio de estudiar y fijar soluciones reales y prácticas en el
ámbito de la vivienda rural interpretada será el Concurso de proyectos de
viviendas rurales, convocado por el INV en 1940. El concurso se centrará en
cada una de las grandes regiones españolas y dejando ver un tipo de aplicación
diferenciador en cada una, marcadas éstas sobre todo,
por el peso de la tradición y por las diferentes condiciones climáticas y de
explotación de la tierra. En este contexto, los proyectos que aquí nos atañen
de una manera más directa son los que afectaron a la zona sur de Andalucía y
Extremadura, proyectos que fueron ganados por el arquitecto Aníbal Álvarez y
Cantó en colaboración con el Ingeniero agrónomo Eladio Aranda Heredia.14
Este
proyecto se basó en la identificación de la problemática de la vivienda rural
de esos años, en las causas de las malas condiciones de éstas, de la baja
calidad de vida y de la falta de una actividad económica complementaria que
permita el normal y feliz desarrollo de la vida en el campo. Estas problemáticas
llevan a un mal estado de conservación de las viviendas y finalmente a su
abandono. Por tanto, las causas que se esgrimen residen únicamente en el
capital, tratado por los autores como un ente abstracto incontrolado:
“La
casa del labriego, con ser tan pobre, no tiene la culpa de verse arruinada y
abandonada. Su derrumbamiento económico hay que buscarlo en la insuficiencia de
la empresa agrícola para sostener dignamente a sus obreros, en la falta de
remuneración al capital y al trabajo que se emplea en el campo.Todo lo demás, empezando si queremos, por las
detestables condiciones de las viviendas rurales, son consecuencias inevitables
que no admiten remedios parciales. Haríamos una casa modelo para nuestros
poblados rurales, hasta lujosas llegando el caso, y se derrumbarían nuevamente
por falta de fundamento económico, con tanto más estrépito cuanto mayor fuera
el contraste entre lo que la tierra puede dar y lo que debiera producir para
sostener tales obras llenas de idealismo, paro faltas de realidad.” 15
Está
claro que aquí no se entiende realmente lo que supone el concepto de vivienda
rural y arquitectura popular, pues ésta se basa en la mayoría de ocasiones en viviendas que se determinan desde un sistema de
economía autárquica, la misma que emprendía España en esa década. Su
conformación es debida a esta naturaleza basada en frágiles economías externas,
potenciando los recursos naturales que se invierten en el núcleo familiar y en
la vivienda como parte de éste. Pero aquí el problema es que se trata de
establecer una vivienda rural “rentable” no para el que la habite, sino para el
Estado que la propone. Tiene que producirse un superávit difícilmente
sostenible.
La
cuestión es que la rentabilidad debía pasar igualmente por mantener contentos y
medianamente cómodos a los habitantes de estas viviendas, evitando el abandono
progresivo de la población que llevaría al fracaso económico de las zonas de
riego con todo lo que esto supondría. En estas posturas divididas se sitúan las
reflexiones de esta década de los 40. Unos años más tarde, esta problemática se
trabajaría desde los ejemplos más cercanos y realistas de la arquitectura
vernácula de la zona, y de las construcciones más precarias a través de un
estudio que en la zona de Montijo fue llevada a cabo por los que posteriormente
fueron los autores del Plan General de Colonización de esa zona: Manuel
Domínguez y Manuel Rosado.16 Este tipo de estudios fue muy común y
se basaba en registrar fotográficamente las construcciones de una zona
determinada.
Los
proyectos que se presentan para el Concurso de proyectos de viviendas
rurales por parte del arquitecto Aníbal Álvarez tienen como enclave Jaraiz de la Vera (Cáceres) y Fornes
(Granada). Se plantean como conjuntos binarios de casas con posibilidad de
actuaciones encadenadas, trabajando la posibilidad de entrada de carro por la
fachada principal y dando acceso al hogar a través de este zaguán en el caso de
Fornes,17 y de entrada de carro por la parte trasera de la casa y consiguiendo
una mejor distribución de las estancias del hogar en Jaraiz
de la Vera,18 quedando mejor dispuestas al exterior de la calle. Se
tiende igualmente a compartir el tejado que vuela sobre estos conjuntos
binarios. Son proyectos de tanteo ante una nueva problemática que poco a poco
se irá delimitando.
Otro
caso planteado que afecta del mismo modo a este debate es el estudio llevado a
cabo por A. Allanegui fijado para el caso concreto del campo aragonés.19
Aunque el autor deja muy claro que sus reflexiones abarcan tan sólo este ámbito
geográfico tan determinado, podemos ver algunas constantes en sus propuestas
que marcan la dirección de los proyectos de los 40. En primer lugar es
interesante la crítica que se efectúa al uso de las tipologías de viviendas
obreras transportadas al campo o como vivienda rural, presentando problemáticas
en la distribución del espacio, especialmente en lo que se refiere a usos
agrícolas y de manejo de animales.20 Igualmente, el autor apuesta de
una forma decidida por los corrales con paso directo de carros, pudiendo
situarse éste totalmente independiente a la fachada, o través de un zaguán que
también de paso a la vivienda pero desde un distribuidor, nunca como espacio
compartido de paso. El estudio se ve reforzado por toda una serie de medidas
estándar de carros y de animales de labranza con su carga, estudiando así las
posibilidades y anchuras de estas comunicaciones entre la calle, la casa rural
y los diferentes pasos internos.
En
el caso del proyecto de Lachar (Granada) realizado
por José Tamés,21 se plantean dos tipologías de viviendas. Una
primera basada directamente en la vivienda popular ya existente en el núcleo
sobre el que se efectúa el proyecto,22 cambiando algunos aspectos
importantes para el arquitecto pero respetando la idea
primigenia existente. Principalmente volvemos a ver un cambio en la entrada y
en la fachada de la casa al suprimir el paso de carros desde ésta al corral,
disponiéndose para este caso un hueco en la pared postrera. En este caso se
respeta el pequeño zaguán que se presenta hacia el corral y no hacia la calle.
Se plantea también una nueva tipología de planta a partir de solares más
estrechos y con una sola altura por lo que la vivienda ocupa mayor espacio en
planta quedando más reducido el espacio para el corral.
Sin
embargo, todo este proceso fue controlado también en otros aspectos que
afectaron más directamente a la vida de los colonos y sus relaciones que al
diseño de las poblaciones.23 El régimen franquista, y en este caso
de un modo personalizado en la figura del propio Franco, demostró desde un
primer momento una actitud paternalista y tradicionalista hacia todo el
proceso, determinando toda una compleja maraña de actitudes que controlaban
desde puntos iniciales de desprecio, cuestiones tan importantes como la
educación, sanidad, cultura, relaciones de género, formación técnica...24
Igualmente,
la labor desarrollada por la iglesia católica es esencial para entender la
verdadera razón de estas poblaciones, así como su disposición urbana, e incluso
en la elección de las diferentes tipologías arquitectónicas. Cuando hablamos de
arquitectura vernácula hablamos no sólo de la obra real y construida, tratamos
del mismo modo de establecer toda una red de significados que dan existencia al
espacio, que lo constituyen. El hecho religioso, cultual, no deja de ser uno de
los referentes trascendentales para explicar lo vernáculo.
En
el caso de las nuevas poblaciones desarrolladas por el INC, el entramado
religioso desborda no sólo a cuestiones puramente relacionadas con las
viviendas, sino que determina notablemente el urbanismo y los movimientos
cotidianos.
En
muchas ocasiones, el arquitecto va a seguir un esquema muy tradicional, a
través de una conformación ligada al urbanismo de los pueblos castellanos,
donde el templo religioso se convierte en un hito, en un símbolo necesario para
un espacio creado en un tiempo no asumible. En otras ocasiones, la iglesia será
el lugar donde ensayar esquemas que se posicionan en la modernidad, en ejemplos
donde se apuesta por la fusión y la sinergia entre propuestas arquitectónicas,
pictóricas y escultóricas (imag. 5). Ejemplos como Algallarín (Córdoba, 1953), obra de Carlos Arniches,25
o el conjunto de poblados realizados por Fernández del Amo, son sin duda
algunos de los ejemplos más brillantes de la arquitectura de la década de los
50.26 De todas formas, este hecho no deja de pasar desapercibido en el contexto
habitacional, y no es sino una situación que puede en determinadas ocasiones
forzar el sentimiento de extrañamiento, de alejamiento de lo vernáculo (imag. 6).
Imagen 5. Iglesia del
poblado Maruanas (Córdoba).
Imagen 6. Edificio de usos
administrativos en Puebla de la Parrilla (Córdoba).
Pero
en contadas ocasiones un arquitecto tiene la posibilidad de crear un diseño
urbano completo y cerrado, donde no sólo se tengan en cuenta los parámetros
formales, sino que se pueda trabajar desde el diseño de las casas en sus
diferentes tipologías, los espacios civiles, religiosos, educativos y de ocio.
El hecho de la posibilidad de trabajar en un ámbito tan creativo y amplio como
el diseño de una ciudad, seguramente fue una de las razones más poderosas para
que las directrices institucionales terminaran dando paso a un cierto
aperturismo, hacia una arquitectura moderna y ligada a tenden-
cias internacionales.
Finalmente,
el sello personal de los arquitectos que participan en este proceso consigue
imponerse a esa idea de rescatar la esencia de lo vernáculo a través de estas
nuevas poblaciones. Según van pasando los años, los arquitectos consiguen
codificar lo vernáculo y lo regionalista en creaciones acordes en la medida de
lo posible con la arquitectura de su tiempo.
1. Es interesante
consultar, CALDUCH CERVERA, J.: La arquitectura moderna nacional. De 1927 a 1935: la crisis del internacionalismo.
Arquitectura Publicaciones de
la Universidad de Alicante, Salamanca, 2003.
2. Ver; BOHIGAS, O., CARANDELL, J. Mª..; DOMENECH, J.: El Poble Espanyol,
Lunwerg Editores, S.A., Barcelona,
1989. BOHIGAS, O.: Comentarios al “Pueblo Español” de Montjuich, en Arquitectura, nº. 35, Noviembre de 1961, pp. 15-23.
3. CASPISTEGUI GORASURRETA, F. J.:“Esa ciudad maldita,
cuna del centralismo, la burocracia y el liberalismo: La ciudad
como enemigo en el Tradicionalismo español.”. AA.VV. en Arquitectura, ciudad e ideología
antiurbana, T6 ediciones,
Pamplona, 2002, pp. 71-86.
4. A partir
de ahora INC.
5. HERMET, G.: Los católicos en la España franquista. I. Los actores del juego político, CIS, Madrid, 1985, pp. 82.
6. Entiéndase en
el sentido de pasar de un sistema
abierto, más ligado a las corrientes de los países más desarrollados,
a uno anclado en tendencias arrastradas
desde el Antiguo Régimen.
7. CASPISTEGUI, F. J., op.
cit., p. 72.
8. Ib., pp. 73.
9. Ley de 26 de Diciembre de 1939 de Bases para la colonización
de grandes zonas.
10.
HERNÁNDEZ MATEO, F. D.: La búsqueda
de la modernidad en la arquitectura española
(1898-1958). Medio siglo de eclecticismo,
Universidad de Córdoba, Córdoba, 1997, p. 139.
11.
ZAS GÓMEZ, E.; “A Terra Chá de Lugo,
un caso atípico de poblado del I.N.C.”, AA.VV., Arquitectura,
ciudad e ideología antiurbana,
T6 ediciones, Pamplona, 2002, pp. 197-203. Aquí el autor afirma
que “En la década de los 40,
la opción por un modelo agrupado no estaba aún clara.”.Ver
también, ZAS GÓMEZ, E.;“Los
pueblos de colonización en
Galicia durante el franquismo.
Una propuesta de ordenación
del disperso.” en AA.VV., Preactas de I Simposio
Nacional Pueblos de Colonización durante
el franquismo. La arquitectura
en la modernización de lo rural.
Sevilla, 2005, pp. 75-85. Inédito. En realidad, la posibilidad de optar por una solución dispersa ya había tenido
sus precedentes en nuestro país desde
1868 con la Ley de Colonias Agrícolas,
proceso legislado que venía a culminar otras disposiciones que desde 1849 venían potenciando con medidas fiscales la colonización de terrenos mediante un hábitat disperso. La Ley de 1868 inspirada en las aportaciones del geógrafo y político Fermín Caballero había tenido en cuenta
la otra posibilidad, pero la orientación de esta política era únicamente economicista, basada en la explotación
de alto rendimiento de las tierras y no presentaba los condicionantes sociales y políticas de los proyectos del INC.
12.
LEAL MALDONADO, J., VILLANUEVA PAREDES,A.;
Historia y Evolución de la Colonización
Agraria en España. Vol. III, La Planificación
del Regadío y los pueblos de colonización,
Ministerio de Agricultura, Pesca
y Alimentación, Madrid, 1991, pp. 38-42.
13.
JUÁREZ SÁNCHEZ-RUBIO, C., CANALES MARTÍNEZ, G.;“Colonización agraria y modelos de hábitat (siglos XIX y
XX)”, en Agricultura y Sociedad, 1988, nº. 49, octubre-diciembre.
14.
ARANDA HEREDIA, E.:“Viviendas Rurales”, en
Agricultura, nº 9, 1940, pp. 422-425.
15.
15. Ib., p. 422.
16.
LEAL MALDONADO, J.,VILLANUEVA
PAREDES,A.: Historia y Evolución de la Colonización Agraria en España.Vol. III, La Planificación...
op. cit., pp. 155-156. (punto después de op).
17.
En el proyecto
planteado para Fornes, Ramón
Aníbal Álvarez opta por una
distribución que gira entorno a un alargado patio. El equipamiento de usos consta de zaguán de ingreso, estancia-comedor, 3 dormitorios, y diversas estancias
para animales y de almacenes:
aperos, mulas, forrajes-tubérculos, vaca y ternero, gallinero, cabra y cochiquera. La estancia de
aperos será el único punto de paso entre el hogar y el patio que distribuye todas estas estancias de usos agrícolas. La fachada de la casa queda muy simplificada, con dos ventanas al exterior y un
tejado a dos aguas. Presenta un somero o desván a modo de secadero y re- gulador térmico. El proyecto está firmado
en julio de 1948.
18.
En Jaraiz de la
Vega se consigue una mejor distribución del conjunto, utilizando
un solar más cuadrado y compensado para los usos a los que
se destina. Las estancias que se proponen
son las mismas en número y uso a las del caso de Fornes pero algunas se realizan como anexos
al patio. Igualmente, todas
las habitaciones del hogar son
exteriores y existen cuatro pasos diferentes
al patio-corral. El cambio más
significativo radica en la entrada posterior para el carro,
sin tener que irrumpir por la
fachada de la casa, elemento
que a partir de estos momentos se tendrá muy en cuenta
en este tipo
de debate. El proyecto está
firmado en julio de 1948.
19.
ALLANEGUI,A.:“Divagaciones
sobre arquitectura rural. La
vivienda”, en Reconstrucción, Marzo,
nº 31, 1943.
20. Ib., p. 31. “Para nuestro
objeto, los locales de viviendas
pueden agruparse en tres sectores:
estancias, dormitorios y servicios
sanitarios. Los locales de estancia son los que presentan mayor variedad de acoplamiento y distribución, desde la cocina-comedor-estancia hasta estas tres piezas completamente
separadas, caso que muy rara vez
se presenta en la vivienda rural normal.”.
21.
TAMÉS ALARCÓN, J., BEATO PÉREZ, F.: “Ordenación
del pueblo de Lachar (Granada) por el Instituto
Nacional de Colonización”, en
Revista Nacional de Arquitectura,
Septiembre-Octubre, nº 21-22, 1943, pp. 322-327.
22.
Ib., p. 322. Cabe recordar que la intervención en esta finca por parte del INC no es a partir de
un terreno sin construir sino de una población anterior a transformar.
“...hasta finales del siglo XIX, en que uno de los propietarios, el Duque de S. Pedro de Galatino
y Conde de Benalúa, verificó
grandes mejoras en la finca, edificó
un suntuoso palacio sobre
los restos del primitivo caserío, construyendo nuevas viviendas en el pueblo y cedió terreno al censo para que se edificasen las viviendas necesarias para el personal a su servicio. En 1942 ha sido adquirida esta finca por el Instituto
Nacional de Colonización, verificándose
en la actualidad obras de transformación de los terrenos de regadío eventual en fijo, defensa
de la margen del río Genil, saneamiento de algunas porciones de terreno y la parcelación correspondiente para su adjudicación a los colonos.”.
23.
RABASCO POZUELO, P.:“INC, trasfondos y conductas de una arquitectura utilizada”, en PH, (Boletín del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico), nº. 52,
2005, p. 66.
24.
Ver: ESCARDÓ PEINADOR, G.:“El
hombre, factor básico de la colonización.”,
en Colonización, 1949, nº.
9, pp. 17.
25. RABASCO POZUELO, P.: “Renovación,
iglesia y colonización: el ejemplo de Algallarín, de Carlos Arniches”, en AA.VV.: Pueblos de
colonización durante el franquismo: la arquitectura en la modernización del territorio rural, Instituto Andaluz
de Patrimonio Histórico, Consejería de Cultura de la Junta
de Andalucía, Sevilla, 2008, pp. 383-404.
26. RIVERO SERRANO, J.:“Colonización: Figuración,Abstracción
yVacío”, en PH (Boletín del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico), nº.
52, 2005. p. 78-87.