
Juan Antonio SILVA FERNÁNDEZ
La familia García de Santiago: una saga de imagineros y
arquitectos de retablos en la Sevilla del Siglo de las Luces
Sevilla, Diputación Provincial, Arte Hispalense nº
96, 2012. 226 págs.
ISBN: 978-84-7798-335-4
La colección Arte
Hispalense, en su misión de avanzar
en el conocimiento sobre el arte en Sevilla y su provincia, nos trae un nuevo
número dedicado a la familia García de Santiago, de mano de Juan Antonio Silva
Fernández. Este trabajo es fruto de su tesis doctoral, La familia García de Santiago y su contribución al arte andaluz del
siglo XVIII (2011) dirigida por Jesús Miguel Palomero Páramo
−encargado de hacer el prólogo de la presente publicación−; para la
ocasión, el autor ha tomado un acento mucho más didáctico, que hace de la obra una excelente herramienta de
divulgación a un público más amplio.
La historia del arte español está
repleta de linajes familiares dedicados durante generaciones a la producción artística. Algunos de
ellos han sido profundamente estudiados (Los Roldán, Los Churriguera, los Mena,
etc.), mientras que otros han pasado a un segundo plano y apenas se han averiguado
con rigor los datos básicos de su biografía
−mucho menos fundadas han sido las atribuciones a ellos asignadas−. Con esta
publicación, Juan Antonio Silva Fernández se propone sacar del olvido a una
familia de imagineros y retablistas, los García de Santiago,
sobre los que la información recabada hasta ahora había sido muy confusa.
De este modo, procede a hacer un
análisis documental y estilístico de la vida y obra de los principales miembros
de la misma: dividiendo el libro en tres capítulos,
Silva Fernández dedica el primero a Bartolomé García de Santiago, el segundo a
su hijo, Manuel García de Santiago y el último, y más breve, a Juan Bartolomé
García de Santiago, hijo de Manuel García. En ellos, excepto
en el último, por su escasa
extensión, se ha sabido distribuir la información sabiamente en tres apartados
−el hombre, el artista y el catálogo de obras−, en los que se
desgranan los aspectos biográficos y estilísticos de nuestros protagonistas,
reuniéndose al final las obras documentadas y atribuidas a su mano. Con esta
estructura, Silva Fernández hace que navegar entre las páginas del libro sea
algo realmente sencillo y que siempre sepamos donde localizar la información
que necesitamos. A ello se suma un estilo claro y conciso, que hacen de la
lectura un proceso ameno y gratificante.
En esta línea, resulta de gran
interés cómo Silva nos presenta los hechos: no solo aporta datos basándose
en los documentos encontrados, sino que nos deja
ver la lógica con la que ha operado en cada caso antes de buscar en los archivos. El autor parte de todo lo
que se daba por sabido previamente y, a raíz de ahí,
intenta localizar los documentos que atestigüen esos hechos. Así, resulta claramente palpable cuál era el estado
de la cuestión antes de la realización de la tesis
de Silva Fernández y cuál es ahora: de meras suposiciones
a fechas de nacimiento, matrimonios, traslados y todo tipo de datos contrastados fidedignamente.
Precisamente ahí reside una de las
aportaciones más interesantes según el juicio del que escribe, y es que en esta
verificación archivista que se ha llevado a cabo se han registrado los
traslados de vivienda/taller de los miembros de nuestra familia. Esta
información abre nuevas vías de investigación, permitiéndonos identificar con
mayor nitidez dónde quedaban los principales centros productores tanto dentro
como fuera de la ciudad de Sevilla.
Todo este trabajo de documentación reformula
completamente la imagen que teníamos hasta ahora de los miembros de la familia
García de Santiago, destacando especialmente la figura de Manuel. Durante mucho
tiempo considerado como artista de segunda, los testimonios de la época, las
sumas cobradas por sus contratos, las dimensiones de algunas de sus obras y el alto precio que pagó por las exequias de su padre y de su mujer, María Inés de Algara −entre
otros muchos indicios−, nos hablan de un profesional exitoso, y
considerado por algunos contemporáneos como “el
mejor artífice de la ciudad”. Estos nuevos datos nos invitan a mirar a
la producción de Manuel García de Santiago desde una nueva perspectiva, tarea
en gran parte facilitada por el catálogo de obras de la familia recogido por Silva.
Dentro de este catálogo, que reúne
tanto obras conservadas como otras perdidas, encontramos algunos hallazgos
interesantísimos. El más destacado de ellos quizás sea el de la escultura de un
Mercurio (1793) en el Museo de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla,
cuya autoría fue descubierta por Margarita Torrione,
profesora de la Universidad de Sabolla. Se trata de
la única obra de la producción de este longevo artista que no tiene una
temática religiosa, acabada además con una policromía monocroma de Antonio Ruiz
que contrasta aún más con el
carácter del resto de piezas de su mano. Esta figura, que serviría de maniquí
para los “juegos de cabezas” de los caballeros, parece revelar una infiltración
de los postulados neoclasicistas en la producción de nuestro escultor.
Otra aportación valiosa es la
reconstrucción del árbol familiar; Silva Fernández se centra en tres
escultores, y menciona a un cuarto, Bartolomé García de Santiago, hermano menor
de Juan Bartolomé García de Santiago, pero también se encarga de localizar al
resto de miembros de este gran clan. Así, podemos ubicar el origen del linaje
en Baeza, llegando a Sevilla muy probablemente en el siglo XVII. Francisco
García de Santiago, padre del Bartolomé al
que se dedica el primer capítulo del libro, era ensamblador y ebanista; probablemente decidió ingresar a su hijo
en un taller de escultura por la gran dificultad
económica que debía suponerle mantener a su mujer y sus cinco hijos. Así, el
autor consigue darnos una convincente explicación para la génesis de una fructífera
saga de escultores y retablistas.
El libro se acompaña en sus últimas
páginas de una útil colección de fotografías comentadas, ayudando a que el
lector se familiarice con las obras tratadas en los diferentes catálogos. Se
echa en falta, quizás, la presencia de alguna fotografía más, pero entendemos
que estas decisiones obedecen a criterios que escapan a la voluntad del autor.
En definitiva, la publicación de una
obra como la aquí comentada se hacía a todas luces necesaria. Con ella, se
cubre uno de esos vacíos en la historia del arte sevillano, y se hace de una
forma inteligente que seguro va a dar más frutos en el futuro. Como he dicho
anteriormente, el resultado invita a una lectura fluida, convirtiéndose en una herramienta
ideal en manos de los investigadores, divulgadores culturales e incluso
aficionados que quieran acercarse al tema en cuestión. La familia García de Santiago: Una saga de imagineros y arquitectos de
retablos en la Sevilla del Siglo de las Luces invita verdaderamente a poner
en valor la producción de tan insigne linaje y nos deja un importante testigo:
conociendo la obra de estos artistas, no podemos permitir que siga condenada al
ostracismo. Sabemos sus nombres, sabemos de sus vidas, y sabemos de los frutos
de las mismas ¿Qué vamos a hacer con ello? Esa es la
pregunta que debemos hacernos tras asimilar lo relatado por Juan Antonio Silva
Fernández en este imprescindible escrito.
Rafael Molina Martín
Universidad Pablo de Olavide, Sevilla
atrio n.º 23 | 2017
ISSN: 0214-8293