Juan Bosco DÍAZ-URMENETA MUÑOZ
un sostenido diálogo con la pintura
Sevilla, Servicio de Archivo y Publicaciones, 2017. 181 págs.
ISBN: 978-84-7798-402-3
Este estudio concienzudo de la poética de las
obras pictóricas de Teresa Duclós (1934-) ha sido realizado por el doctor en
Filosofía, profesor titular jubilado de Estética de la Universidad de Sevilla y
crítico de arte, Juan Bosco Díaz-Urmeneta Muñoz.
El autor realiza una investigación
basada en el uso de una amplia lista de fuentes bibliográficas, así como
exposiciones monográficas dedicadas a la artista: Teresa Duclós. Jardines, Bodegones y Paisajes,
Madrid, Biosca, 1990; Teresa Duclós. Pinturas para una colección, Sevilla, Caja San
Fernando, 2001; Teresa Duclós, Madrid, Biosca, 1982; Teresa Duclós, Sevilla, El Monte, 1988; Teresa Duclós: de
la presencia y la morada, Madrid, galería Leandro Navarro, 2009.
Asimismo destaca la ayuda prestada por la propia Teresa,
así como por parte de las galerías Rafael Ortiz, Leandro Navarro, y la
Fundación Cajasol.
El libro se compone de 26 capítulos y
un catálogo final. En la primera
parte de la obra, el autor
nos refiere apuntes biográficos de la pintora así como su vida académica, y su paso por
diferentes centros y fundaciones.
Teresa Duclós nace en el barrio de Nervión, en Sevilla, en una
familia cuyo padre cardiólogo, era amigo de pintores como Gustavo Bacarisas
(1873- 1971). Residían en una casa cuyo trazado racionalista de limpias líneas
y el dispositivo empleado en
la parte superior del edificio retranqueado para la instalación
de un toldo hicieron que
se conociera popularmente como El Barco. Fue diseñada por Josep Lluís
Sert (1902-1983) para su prima María Benita López Sert como regalo de boda,
siendo el primer edificio racionalista en Sevilla (hoy Patrimonio Histórico
Andaluz). Del mismo modo, el barrio alejado del centro urbano,
influye en la formación de la artista y su disposición a la corriente moderna, ya que ella y sus amigos
pintores irán por esa senda contradictoria en una ciudad más tradicional.
En 1949 inicia sus estudios en la
Escuela de Artes y Oficios de Sevilla, y posteriormente ingresa en la Escuela
de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría.
En el 59 estudiará en Granada a través de una Beca de Paisaje. Su buena mano en el grabado le será
reconocida mediante el Primer Premio de Grabados en la exposición patrocinada
por la Dirección General de Bellas Artes de Sevilla (1964).
Poco después, Teresa Duclós, Carmen Laffón (1934-) y Pepe Soto, junto a la insistencia de Isidro-Enrique Roldán
abrirán en 1965 la Galería La Pasarela donde expone individualmente Teresa. En 1967, por iniciativa de los mismos, llegará “El Taller”
que estuvo activo hasta
el 70, un espacio que pretendía ser un centro de difusión artístico,
donde se celebrarían conferencias; en él también se prepararían los alumnos
para hacer ingreso en la Escuela Superior Técnica de Arquitectura y de Bellas Artes. Teresa fue profesora de dibujo en los
Institutos de Enseñanza Media “Nuestra Señora de Valme”, en Dos Hermanas, y
“Martínez Montañés” en Sevilla capital.
La Fundación
Cajasol es el espacio donde podemos encontrar
un mayor número de obras de la artista, gracias a la compra
que hace de una parte
importante de sus creaciones; por otro lado, las galerías Rafael Ortiz de Sevilla
y Leandro Navarro de Madrid, se hacen eco de su talento y
organizan numerosas exposiciones. Entre otras galerías, además de las anteriormente nombradas, expondrá en la Galería Caledonia de Bilbao (1976), en la Galería Biosca
de Madrid (1982), así como en
Caja San Fernando (2001).
En la última parte del libro, como ya
dijimos en forma de catálogo, Díaz-Urmeneta Muñoz, nos ilustra con 16 láminas
de la pintora, que nos permiten dilucidar y entender la visión que bien nos
traslada el profesor; de cada una de ellas nos hace un breve comentario, no obstante no
pretende hablar en concreto de ellas de forma individual, sino ofrecernos un
enfoque general. Estas son: Paisaje de San Eduardo. Cambridge (ca.
1963), Las tazas de Salvadora (1965),
La camilla (1980), Ventana con
cortina de flores (1978), La ventana
de detrás (1981), Fragmento de jardín
(2004), La escalera del jardín (2008),
Jarras y brezo (1980), Bodegón azul (1986), Bodegón (2009), Bodegón de Chispita (2007), Bodegón
(2011), La laguna II (2009), El alcornoque de El Bajo. Homenaje a Brisa (2000),
Taza con
brezos (1986), Sin título (2009).
En cuanto a sus creaciones, estas
tratan la temática del interior, el
jardín, el bodegón, la casa y el paisaje; este último lo empezó a trabajar bien avanzada
su carrera, posiblemente por la dificultad del género. La poética de su obra no nace de la relación
entre lo representado y el espectador, sino entre el espectador y el mismo
cuadro. Por lo tanto, lo representado
en las obras de Duclós, no es muestra de su psicología,
sino de una nueva perspectiva, despertando fantasía, provocando, tal como expuso Gaston Bachelard (1884-1962), que “la imagen eche raíces en él”.
El espacio en sus
obras hace ver al espectador una atmósfera curiosa, como observa Juan Bosco, es
en palabras de Marcel Proust (1871- 1922) “(…)
lo mismo que un cuerpo incandescente al acercarse a un objeto mojado no llega a
tocar su humedad porque siempre va precedido de una zona de evaporación”,
modelando incluso la materia.
Sus tazas y vasos no
son meras representaciones populares, sino que reflejan las huellas del vivir. Al igual que maestros holandeses
como Johannes Vermeer (1632-1675) o
Jean Siméon Chardin (1699-1779), renuncia a la
belleza del género histórico para abandonarse al género. El estudio de estas
obras hace al profesor reflexionar: “El
arte del bodegón comienza cuando los objetos pierden su carácter instrumental
(…) En Duclós, los objetos brillan por su sencillez, aún cuando en alguno pueda detectarse la calidad de la
porcelana o el brillo de algún metal, lo decisivo de esos objetos consiste en
que se ha convivido y se convive con ellos: son mobiliario de la vida ordinaria.
Poseen el sello de lo cotidiano”.
Asimismo Bill Bryson (1951), en una ocasión otorgó la palabra
familiaridad a los objetos: “El tiempo
humano fluye en las formas puliéndolas y manejándolas (…) el tiempo segrega un
producto inapreciable: la familiaridad”. No
obstante, la pintora intenta reflejar un ambiente, no un objeto en
concreto como pueda parecer, objetos
que suscitan un mundo mediante un encuadre bien estudiado.
La realidad es una patente constante
en sus creaciones, pero si pensamos en aquella que representa la estricta copia
de lo que vemos, caemos en equivocación, pues la realidad de Duclós es la que capta la consistencia del objeto, la idea
preconcebida. Los objetos se definen por sí solos, pesan, tienen solidez y
tienen verdad, por lo tanto, no idealiza. Sus obras salvan lo real de la
erosión del tiempo, o como ella misma confiesa: “el tiempo llega a desaparecer en estos cuadros” porque son
intemporales, reafirmándose al no tener presencia la figura humana.
Díaz-Urmeneta Muñoz, en Teresa Duclós, un sostenido diálogo con la pintura, con una
mirada receptiva y sensible, nos acerca el talento del arte pictórico de Teresa Duclós, autora cuya obra crea
un encuentro necesario con el
espectador cargado de realidad, de actividad cotidiana
pero sobre todo, una forma de apreciar la propia vida.
Y es que su obra es difícil de
olvidar, pues en ella el espectador encuentra la paz y armonía curándose del
desasosiego cotidiano en unas pinceladas que parecen congelar el tiempo.
Isabel
Mª Cantalejo Acosta
Universidad de Sevilla, España
atrio
n.º 24 | 2018
ISSN: 0214-8293, eISSN: 2659-5230