La
Sevilla soñada. Plazas y ciudad en
los inicios del siglo XIX
Francisco Ollero Lobato
Universidad Pablo de Olavide
atrio, 12 (2006) ISSN:
0214-8289 p. 81 - 94
Resumen: El presente artículo
analiza los proyectos y obras para la construcción de cuatro plazas sevillanas en el primer cuarto del siglo XIX, la del Altozano de Triana, Huerta de San Francisco de Sevilla, Plaza del Pan y
Plaza de la Encarnación. En
especial se estudia el diseño
formal, así como las implicaciones urbanísticas de esta última, destinada
a convertirse en plaza mayor
de Sevilla, y se valora su importancia como origen del urbanismo
contemporáneo en la ciudad.
Palabras clave:Arquitectura pública. Urbanismo.
Siglo XIX. Sevilla. José Echamorro.
Abstract: This article analyses the planning and building process
of four squares in early 18th century Seville. It
particularly emphasises the importance of Plaza de la
Encarnación, the city’s main square and widely
regarded as the origin of urban design in contemporary Seville.
Key words: Architecture, urbanism, XIX th
century, Seville, José Echamorro.
La proyección
urbanística de los ideales ilustrados y liberales tiene en la plaza una de sus marcos urbanos preferidos. La plaza, el espacio público por excelencia de la
ciudad, se convierte en un referente de los contenidos políticos favorables al bien común, y el lugar donde se concretan usos y funciones relacionados con tal finalidad.Además, las posibilidades plásticas de su morfología permitían
plasmar muchas de las inquietudes
estéticas propias de tales ideales, como la planificación regular de sus trazas
o la homogenización de alturas y alzados.
Nos adentraremos
en varias propuestas y proyectos para la
ciudad de Sevilla, delimitados por un período de tiempo que abarca desde los inicios del siglo hasta los años del Trienio Liberal, período escasamente estudiado por la historiografía específica1. Se trata de
proyectos que en su mayor parte quedaron en el terreno de lo utópico, o, al menos, de lo inacabado, pero que constituyen ejemplos singulares de la primera transformación moderna de la ciudad de Sevilla en
la Edad Contemporánea, e informan de manera especial sobre una concepción moderna de la urbe por parte de sus autores y demandantes.
El primero de estos
ejemplos que comentamos se
plantea en el contexto de trasformación urbanística del área
ocupada por el antiguo Castillo
de San Jorge de Triana. En
1792 se proyectó el derribo
completo de esta fortaleza, haciendo terraplén para elevar el nivel del suelo y así convertirlo en una amplia plaza, dedicada a la venta de productos y a sitio de refugio en épocas de riadas.
Para ello se concedió por
Real Orden en 1794 el paso
de su propiedad desde la corona a la ciudad, con reconocimiento
del edificio por parte del arquitecto mayor del cabildo Félix Caraza
en 1795; en esa ocasión de no produjo el derribo del castillo, operándose de modo parcial en el sector, al adaptarse un nuevo lugar para la venta en la calle
San Jorge, que aprovechaba como
testero un lienzo de la antigua sede de la Inquisición sevillana2.
Sin embargo, esta aspiración
de abrir un nuevo espacio público para la ciudad renace en 1805, fecha en la que el arquitecto Félix Caraza proyecta sustituir el área ocupada por el castillo por una plaza
de nueva creación, cerrada, porticada y de forma cuadrangular,
tal como se aprecia en un plano
que se custodia en el Archivo
Municipal de la ciudad3. La conexión con
las calles adyacentes se efectuaba en el proyecto de Caraza a través de dos vías principales con soportales, rectilíneas y delineadas desde los centros de los frentes laterales hacia el Altozano y la calle Castilla, y otras salidas hacia la actual san Jorge y
el río, al que se accedía mediante una escalinata que salvaba la diferencia de altura. La plaza así proyectada atendía a la finalidad de convertirse en mercado de abastos,
mediante la circulación por
los frentes porticados que se
ideaban a un nivel más alto mediante gradas para prevenir el efecto de las riadas. Allí se instalarían tiendas y comercios, así como un palenque del pan; la situación urbana de la plaza permitía su abastecimiento
por los tres accesos referidos, así como por la propia vía fluvial.
Las características
formales de la plaza diseñada
por Caraza para Triana tienen una clara continuidad en el proyecto de Cayetano Vélez para la construcción de una
plaza en la antigua huerta del Convento de San
Francisco de Sevilla. La idea de esta propuesta se inscribe en la apertura de nuevos espacios públicos que ordenó el decreto del rey José Bonaparte de 1810, reforma que se ejecutaba fundamentalmente con el derribo de
los conventos de San Francisco y de la Encarnación. El mencionado arquitecto debió tener un papel señalado
en el diseño de las futuras plazas que debieran ocupar los solares resultantes de las demoliciones4.
Para el área citada este maestro de obras del municipio diseñó una plaza que ocupaba buena parte
del espacio correspondiente
a la antigua huerta del convento, tal como
se observa en un plano delineado por el arquitecto en ese mismo año.
Aunque la propuesta de Vélez no es muy concreta tal como
se define en esta fuente gráfica, faltando en ella
dimensiones o el diseño de las
líneas principales de frentes del nuevo espacio, podemos
concretar algunos aspectos de su morfología. Se confirmaba
como perímetro del nuevo lugar el que era límite del antiguo convento en el lado norte,
las calles Catalanes
y Cruz del Negro, y se pretendía la formación de un amplio espacio rectangular interior, cerrado
al perímetro de las calles exteriores.
A esta plaza cerrada sólo se accedía, –al menos así aparece
en este plano–,
a través de una nueva calle que desde el sector perimetral
de la calle Catalanes
llegaba en eje y ángulo recto hasta la plaza.
Así, tanto el proyecto de la plaza
del Altozano de Caraza como éste de Vélez
para el espacio de San Francisco asumen
el modelo de configuración
regular de plaza cerrada, a la que se accede a través de puertas o calles desde el centro de sus frentes; en el caso del proyecto de Caraza asociado al uso como nuevo mercado, de tal modo que se constituye en el primer diseño de plaza sevillana con tal finalidad; la insistencia en el carácter autónomo del espacio público en relación
a la trama urbana que la envuelve se observa en el caso del diseño de Vélez, de tal modo que ante la perduración
de las edificaciones de época
conventual se opta por insertar
el nuevo ámbito en su interior.
En ambos casos es patente el influjo de la composición tradicional de las
plazas mayores españolas, si bien la regularidad de las vías de acceso en relación con los frentes de las plazas sugiere un especial sintonía
con el diseño de las places royales francesas.
Se trata
de nuevos espacios que responden a los ideales de cambio urbano surgidos con la Ilustración. El proyecto del Altozano ejemplifica la aspiración de centralizar el abastecimiento de productos de
los barrios de modo racional y permanente,
para lo cual se pretende
que los efímeros puestos y palenques se localicen en edificios o ámbitos ex profeso. En el caso de la plaza de Vélez, el uso de la antigua superficie conventual se pretende derivar hacia la configuración de un nuevo
espacio público para la
ciudad, o, como sugería otra de las opciones debatidas en el seno del cabildo secular sevillano,
convertirse en sede de algún edificio
de uso acorde con la idea de
comodidad ilustrada o de fomento del bien común, señalándose al efecto por algún regidor la posibilidad de que
en este espacio
se acometiera la edificación de una biblioteca pública5.
En el verano de 1820 comienza la transformación de unas de las plazas céntricas de Sevilla,
la llamada Plaza del Pan. Se trataba
de un espacio urbano de posible ascendencia islámica, relacionado en su génesis
con la cercana mezquita de Ad
Abbas, en el lugar de la actual
iglesia del Salvador. Durante la Edad
Moderna se caracterizó por su carácter mercantil,
de modo que se ordenó con soportales y palenques en sus frentes.A
principios del XIX la plaza tenía
un frente opuesto a la Colegial del Salvador donde se habían situado diversos palenques y casillas del pescado por delante de sus casas, mientras
que el frente anexo a la iglesia una serie de arquerías delimitaban
unos ámbitos ocupados por puestos de venta del pan de
Alcalá y Mairena, juzgado, cuerpo de guardia y otras oficinas. Esta función comercial reducía el espacio público del lugar, que era por otra parte más
bien un ensanche en el cruce de diversas calles en el testero
de la iglesia. El frente de
los portales donde se situaban los palenques se abría a la embocadura de las calles Herbolarios y de la Confitería, formando una línea irregular, “con diferentes Ángulos, salientes y
líneas tortuosas” de modo que todo su frente “ofrese
el más desarreglado y desagradable aspecto”, según opinaba el maestro de obras del municipio José Echamorro
6.
Precisamente este arquitecto
fue el encargado del derribo
de los palenques en el frente de la plaza, finalizado
para los primeros días de agosto de 1820. Esta eliminación de añadidos hacía necesario, según el propio arquitecto,
el arreglo de las casas que quedaron a la vista. Para
ello, Echamorro se guió de una larga tradición de intervenciones urbanísticas de los alarifes del
cabildo sevillano para mejorar
el aspecto público, mediante la recuperación de superficie para el común y el atirantado de los frentes de calles y plazas, ideal estético reforzado por la estética iluminista. Por ello Echamorro determinó
que tal frente fuera reedificado,
declarando como ruinosas las casas que lo componen,
y mostrándose favorable a alinear
nuevas viviendas desde la esquina de la calle Francos, si fuera posible
componiendo un frente paralelo al delimitado por el testero y tiendas de la Colegial7.
Las ideas de Echamorro al respecto
culminaron con un plan de reforma,
fechado el 28 de octubre de
1820. En este proyecto el maestro de obras delineaba la alineación del frente este de la plaza, desde la calle Lineros a la de Francos, eliminando los portales antiguos que suponían irregularidades y salientes en la línea de fachada de viviendas, quedando a beneficio del espacio público 480 pies y medio cuadrados “con lo que se diafaniza
todo aquel paraje para el tránsito público de cavallerías y carrubajes (sic)...
presentando al mismo
tiempo al aspecto público, la mejor decoración,
visualidad y hornato que a este corresponde8”.También
se reedificaba el frente contiguo a la Colegial del Salvador,
alineado con respecto al testero de la iglesia, aunque respetando los usos como oficinas
y tiendas de esa línea. El informe de Echamorro se acompañaba del nuevo alzado para las
casas del frente este, que iban a ser dispuestas de un modo homogéneo, con los tradicionales
bajo porticados para la inserción de comercios característicos
de las plazas sevillanas, pero
incorporando algunas de las
innovaciones que se venían produciendo en la arquitectura doméstica de estos años, con la aparición de azoteas, compuestas formalmente con el adorno de antepechos y bomboneras9
(LÁMINA 1).

A esta
reforma de la plaza se opusieron
los propietarios de las casas10, que consiguieron las declaraciones de
otros maestros de obras, quienes, no sin razones técnicas bien fundadas, aludieron a la carencia de ruina de sus edificaciones para oponerse al desalojo y derribo. Fueron éstos Fernando Rosales, José Moreno y Juan José Rosales, quienes aseveraron que para el reparo de las casas sólo debían formarse algunos pilares y nivelar columnas de sus fábricas en las númeradas como 18, 19 y 20, además de eliminarse los portales “para quitar el abrigo de picardías...”, según informaron a los síndicos en solicitud
del 9 de diciembre de 1820.
Pese a las reticencias de los propietarios, la reforma de la plaza
se llevó a efecto, fundamentalmente porque la raíz de su transformación no era de naturaleza técnica, sino estética. Los síndicos del ayuntamiento dieron su informe favorable al
plan de Echamorro el 19 de junio
de 1821; desde el ayuntamiento
se sugirió a los propietarios
el apuntalamiento de las casas y alevantar
los nuevos muros de fachada conforme a la alineación prevista. Las daciones de medidas, el acto para aprobar el inicio de las obras con tal fin, se confirmaron a lo largo del mes siguiente, de modo que los maestros de obras
encargados de las operaciones
presentaban alzados de las viviendas resultantes que siguían las directrices de los levantados
como modelo por Echamorro. Así ocurrió con el
maestro alarife Alonso Moreno, quién se obligó “en arreglar el alzado cuanto a la altura de sus cuerpos al plano que abre en el Expediente, y levantar el de la fachada que había de dar a los edificios”11, para lo cual
dibujaba el alzado de fachada de unas casas para DonVicente de Torres y Andueza en la esquina
de la calle Confiterías con
la Plaza del Pan, y que firmaba con fecha 12 de julio de 1821 (LÁMINA
2)12. Moreno se acomoda en este diseño
al alzado determinado por
el maestro municipal Echamorro para el frente de casas, concretando el cuidado compositivo de balconadas y cornisas, así como la labor de rejería característica de estos años.

De este modo, la reforma de la plaza del Pan supuso
una modesta intervención muy distinta a los planteamientos globales sobre el objeto urbanístico que habíamos visto en los ejemplos anteriores. La intervención se desarrolló limitándose a la remodelación de
elementos urbanísticos preexistentes, con la clara conciencia,
tanto de los responsables municipales
como del propio arquitecto, de la dificultad de una
transformación más radical de
este ámbito urbano. Los síndicos terminaron dando su parecer al proyecto
de Echamorro, pese a su repugnancia a la persistencia de una plaza conformada
por el diseño de un ángulo agudo, y éste tuvo
que limitar sus pretensiones
de diseñar en paralelo el frente este de la plaza, o como sugiere en el plano
urbano anexo al proyecto, de hacer desaparecer la plaza para regular una vía
más estrecha en línea con el testero de la Colegial del Salvador.
Además, el hecho de que en la actualidad sólo la casa en la esquina de la plaza con la calle Alcaicería parece acogerse al diseño desarrollado por Echamorro, existiendo aún otras decimonónicas construidas en
época isabelina, permite suponer que el derribo de la antiguas casas demorase la construcción
de las nuevas según la alineación
aprobada, que no se representa
en un plano de la ciudad hasta
el realizado por Álvarez-Benavides en 1868.
Pese a su modestia
y estas dificultades, es claramente deducible de la intervención
de Echamorro la idea de transformación del espacio
ciudadano en torno a los principios del urbanismo ilustrado, en la composición formal homogénea de las fachadas del frente remodelado, y en la regulación lineal de la trama desde la calle Alcaicería hasta la de Francos. En definitiva,
y como ya expusiera el síndico Francisco Cavaleri para el diseño de la plaza
destinada a ocupar la antigua huerta de San Francisco,
se trataba de que el plan de la obra
o la construcción de sus edificaciones
“195v guarde la regla de uniformidad
en todas las dimensiones, y perpectiva que corresponde a la valentía y elegancia en todo...”
13
Uniformidad y perspectiva se constituyen igualmente en las aspiraciones liberales para el mayor espacio urbano abierto por las demoliciones francesas en la ciudad: la plaza de la Encarnación,
formada como consecuencia del derribo de los antiguos conventos de las Agustinas Recoletas de ese nombre y de Regina, decidido por decreto de José Bonaparte en abril de 1810.Antes de julio de
1810 el arquitecto Cayetano Vélez
había desarrollado el diseño de la nueva plaza resultante con la desaparición de
las calles exteriores y la alienación de sus frentes. El
gran espacio abierto no tuvo, sin embargo, un tratamiento
a la altura de las aspiraciones
que su dimensión y centralidad requería. Por una parte, el nuevo solar fue rápidamente incorporado a la idea
de un mercado de abastos, para
el cual se elaboraron proyectos desde 1813. Además, la intervención sobre el mismo fue motivo de conflicto
entre los maestros de obras Cayetano Vélez, autor de un proyecto para el mercado en 1814, y José Echamorro, quién finalmente dirigió las operaciones de construcción del mercado de madera, enfrentamiento que afectó en algún
caso a las propias obras.
Pese a ello, y tal como han
comentado autores como Súarez Garmendia
o Aguilar Piñal, la plaza apareció
a los ojos de los innovadores
como una oportunidad por dotar a la ciudad de una gran plaza mayor, de acuerdo a un tipo urbano que se había plasmado o estaba construyéndose en otras ciudades del reino.
Precisamente la construcción de tal espacio urbano
debía cumplir unos requisitos conforme tanto a la tradición constructiva del tipo como a la configuración
resultante de los planteamientos neoclásicos
sobre el particular. Fundamentalmente
significaba la alienación regular
de sus frentes así como la homogeniedad formal de la
composición y altura de las
casas que abrieren en los frentes de la plaza.
Con tal
fin, el ayuntamiento convocó
en 1820, a través de una comisión de policía urbana, un limitado concurso para la configuración de
un alzado al que debieran adecuarse esas nuevas fachadas. La comisión presentó al parecer del cabildo y de los síndicos
del ayuntamiento tres proyectos, uno de ellos firmado por José Echamorro, otro por Cayetano Vélez y por último un tercero que a su vez mostraba otras
tres opciones posibles de frentes de casas.
A la espera
de la aparición en el archivo municipal de los otros alzados, publicamos aquí el diseño del arquitecto jerezano CayetanoVélez, fechado el 17 de septiembre de 1820 (LÁMINA 3). Se trata
de una adaptación sencilla
y modesta en su composición de alzados de corte académico que recuerdan los modelos de casas en las nuevas plazas mayores que se construyen en el norte peninsular. Sobre una planta
baja con soportales se elevan dos nuevos pisos de similar entidad. Los elementos decorativos se limitan al adorno de las medianeras de los soportales con
un almohadillado rústico,
la potente cornisa que remata la segunda planta y al medallón con guirnaldas que se eleva en el centro
del antepecho de la azotea, terrado
que sustituye los tejados o mansardas característicos de otros
ejemplos análogos en España. El antepecho del balcón,
con motivos geométricos de inspiración clásica, insiste en una cierta sobriedad arqueologizante presente en el diseño. No fue éste el modelo
ganador, quizás entendido como complejo y de excesivo empaque, sino que los síndicos escogieron el primer diseño presentado en última propuesta,
considerado como “sencillo”, “regular” y “conveniente”
14.

Los síndicos
municipales plantearon entonces los aspectos formales de estas fachadas, teniendo como inspiración, y no modelo, ese diseño. Los frentes de las casas debieran tener una altura de veinte varas, para superar ampliamente las alturas de los puestos y construcciones del mercado situado en su
interior, divididos en tres pisos, conservándose
en cada frente
de la plaza la igualdad de balcones
y ventanas; el remate de tales
construcciones debía obviar las guardillas mostradas en el diseño preferido por “perilcones”, más apropiados al clima y tradición constructiva de la ciudad.
Los síndicos manifestaron igualmente su deseo
de rodear la plaza mediante
soportales, tanto por la comodidad
de paso como por servir de refugio en las estaciones más extremas de Sevilla; estos soportales debían tener un ancho de tránsito de unas cinco varas, y estar formados mediante arcos, “para que la diafanidad
y luces de las casas se aumente, y sea mayor y más regular el ornato”. La pretensión era sin duda de dotar de “magestad al sitio”, siendo el ejemplo explícito la plaza mayor de Madrid, que “está rodeada de portales y sin duda le sentaría mejor a ésta por ser más estensa.”
Los síndicos
eran conscientes que sus deseos para el ornato de la plaza
se enfrentaba con una serie
de dificultades; por una parte
los frentes de la misma aún no se hallaban alineados, por lo que la superficie
de las fincas actuales debían alterarse según la planta regular; por otra,
la planta del propio mercado
de abastos en construcción estaba desplazada del centro de la plaza,
de modo que la anchura de las calles
perimetrales era desigual. Pero
el bien común generado por
el correcto diseño del espacio urbano primaba sobre esas
dificultades, que debían ser
solucionadas con el tiempo.
Por ello, siendo próxima la construcción de una parte del frente de la plaza comprendida entre la portada de la
iglesia de la Compañía y la
calle del mismo nombre, se decide aplicar el próximo diseño que se invente, aunque el brazo del crucero de aquella iglesia estorbe la alienación de la plaza,
pues así “no ofrecerá a los que vengan después de nosotros un nuevo obstáculo que vencer”. Los
síndicos consideraban que “es necesario que el Ayuntamiento estienda también sus miras a lo venidero y remueva estorbos a la posteridad”. De este modo, se
auspiciaba la creación para
Sevilla de “una plaza digna de tan grande capital y acaso la mejor del Reyno”15.
Las opiniones
de los síndicos se concretaron
en una junta de la comisión
de policía urbana, a la que
concurrieron como asesores los arquitectos José Echamorro y Tomás Escacena. La junta
estableció alguna corrección
a lo indicado por los síndicos, como que las casas tuvieran entresuelo para facilitar la dedicación comercial en las viviendas, encargándose a José Echamorro el diseño final del modelo de fachada16.También solicitó que el alzado quedase siempre a disposición para atender a las solicitudes de medidas
de aquellos maestros que fuesen
a construir casas en la
plaza. Lo expuesto por la junta fue
finalmente aprobado por el
cabildo del día 6 de agosto
de 1821.
En la práctica, la decisión del ayuntamiento sobre la construcción de los nuevos frentes de la plaza no debió llevarse a efecto de modo inmediato, pero señalará los pasos siguientes en la urbanización del nuevo espacio
urbano. Será algunos años más tarde,
en 1832, cuando el arquitecto municipal Melchor Cano realice
la alineación de los frentes
de la plaza, y establezca un modelo
de fachada para las viviendas
alrededor de la misma, que pasaría por la aprobación de la Academia
de San Fernando17. Su alzado,
sin soportales y tres plantas en altura,
con líneas de balcones separados en altura
por cornisas corridas y rematados
en un pretil, resulta menos monumental y más burgués, cercano
al que sería empleado en época isabelina
para las crujías de la futura
Plaza Nueva de Sevilla.
En 1839 González de León
nomina al nuevo espacio como
de la Encarnación, aunque indica que “también lo es con el de plaza mayor, por
su tamaño”, y señala al respecto de las construcciones allí levantadas que “se han mejorado y labrado de nuevo muchas casas que son de hermosa vista y utilidad
para la plaza, pero quedan otras muchas (en la circunferencia exterior) que son de lo más
malo que tiene la ciudad”18, aludiendo
a las nuevas casas construidas
según el diseño de Cano en alguno de sus frentes. De este modo, se observa una continuidad en las propuestas iniciadas en los años veinte del siglo para el orden y composición formal de los frentes de la Encarnación, y con ellas una perduración en la idea de comprender este espacio urbano
como nueva plaza mayor de
la ciudad.
Pero las implicaciones urbanísticas de la nueva plaza de la Encarnación no sólo se limitaban al diseño “interno” de su espacio, sino
que afectan al trazado de un
amplio sector de la trama urbana intramuros de Sevilla; como veremos, la presencia de la plaza en el centro de la ciudad histórica condujo a la elaboración del que podemos considerar primer proyecto importante de transformación urbana de la ciudad
en el siglo XIX.
Precisamente, la formación de un plan de intervención general para la ciudad fue
una vieja pretensión municipal
en la Sevilla ilustrada; la
ciudad, como campo de reforma
de la política del XVIII, exigía
una contemplación global que está
en el origen de la propia representación gráfica de Coello-Olavide de 1771 y López
de Vargas y Machuca-López de Llerena
de 1788. Esa necesidad de actuar de forma sistemática sobre la urbe se presenta como finalidad
en el municipio para la elección del nuevo maestro de obras
en 1784. La necesidad de planteamientos globales y de renovar la iconografía de su trama urbana
se manifiesta igualmente en el ayuntamiento de la Sevilla fernandina. El síndico segundo del cabildo municipal se queja
en 1820 de las dificultades
para las medidas de las nuevas
casas que se construyen “por falta
de un plano general de la ciudad” por lo que solicita se nombre un Arquitecto “para hacer el dicho plano y demás
desempeño de sus obligaciones” 19.
Precisamente en esa
fecha se conseguirá plasmar gráficamente esta propuesta de reforma del viario para un importante sector de la ciudad. El pretexto
será la reforma ya comentada de la Plaza del Pan,
para lo cual junto al levantamiento de los frentes de la
plaza y su propuesta de alzado para la misma, se encargó al arquitecto José Echamorro el levantamiento de la trama urbana adyacente
(LÁMINA 4)20. Los síndicos consideraron insuficientes las reformas propuesta por Echamorro, que no incluía otra modificación del viario que aquella descrita para la alineación del frente este de la plaza, y en su informe
del 21 de febrero de 1821, decidieron extender las
implicaciones urbanísticas a la trama urbana desde la Plaza del Pan hasta
la Plaza de la Encarnación. Estos
opinaban que “Estas
reformas cualesquiera que sean parece que deban arrancar desde la plaza de la Encarnación como su punto céntrico...”,
afectando la alineación a diversas calles, de las que mencionan en concreto
la de Dados, (actual Puente y Pellón), donde pretendían especialmente la eliminación de un martillo
o giro antes de su confluencia con la calle Lineros, de modo que “se conseguirá
dar vista dentro de pocos años desde la plaza que fue del Pan
a la de la Encarnación...”. Como consecuencia,
encargaron a Echamorro la elaboración de otro plano de este espacio urbano21.
En él se plantea la rectificación del trazado urbano desde la plaza de la Encarnación, desarrollando una nueva vía
alienada en dirección sur aprovechando el trazado preexistente de las calles
Dados, Lineros, Plaza del Pan, y Francos,
hasta la calle Placentines en los aledaños de la catedral (LÁMINA 5). La nueva vía parte de la plaza aprovechando el sentido inicial de la calle Dados, pero se aleja de las sinuosidades de ésta para penetrar en la manzana comprendida entre la calle Lineros y de las Siete Revueltas, hasta la plaza del Pan, que es eliminada como espacio público.A partir de este punto la nueva vía se acoge
de nuevo al sentido del viario
presente, de modo que continua por el trazado de la de Francos, suprimiendo las curvas de sus frentes y adoptando la calle recién trazada
una ligera desviación hacia el oeste. Finalmente al comienzo de la plaza
del Silencio la calle hacia
un ángulo hacia el este, continuando por el sentido de la de Placentines.


De este
modo, el plan de Echamorros se adecúa
a las posibilidades de alineación
determinada por la continuidad
conyuntural que permite la trama urbana sevillana,
mientras establece una vía que permite elevar la jerarquía urbana de la nueva plaza de la Encarnación, de acuerdo a ese carácter céntrico que le conceden los síndicos. Es interesante observar cómo el nuevo espacio central de
la ciudad se conforma como
una arquitectura exclusivamente
civil y de carácter doméstico,
alejada de las consideraciones
simbólicas y jerárquicas
que definían a los referentes
urbanos del Barroco. Pese a ello, se fomenta el tradicional recurso de la perspectiva visual,
mientras se consigue para
la ciudad una conexión directa
entre el nuevo espacio de función
residencial y comercial,
con la Catedral y su entorno edilicio.
En el contexto de la evolución histórica del urbanismo sevillano, este plan de Echamorros tiene un significativo valor como primer gran proyecto de alineación decimonónico, de mayor
escala que otras propuestas anteriores, como la de CayetanoVélez para el ensanche de
la calle Pajaritos de 1816,
y previo en el tiempo al de Melchor Cano para la reforma
de la calle de la Alfalfa y su
embocadura con Mesones de
1830, que Nuñez Castain identificaba
como el primero de los expedientes de este tipo22.
Es significativo
el hecho de que el propio
Melchor Cano solicitase al archivo
del municipio en 1839 la documentación referente a un proyecto de alineación preexistente entre la plaza de la Encarnación
y las gradas de la Catedral,
sin duda el mismo que ya había elaborado
en 182123. Precisamente
este arquitecto planteaba la continuidad de los principios urbanísticos que implicaba la configuración de un eje alineado, de sentido norte-sur, entre ambos
puntos de la ciudad, manifestando la perduración de
este planeamiento urbano durante el primer tercio del siglo.

Podemos afirmar, entonces, que en el caso de la plaza de la Encarnación se centran los ideales de transformación urbana de Sevilla durante estos años del reinado de Fernando VII. Entre sus plazas soñadas, será el proyecto con mayor repercusión, no
sólo por la finalidad de que
configurara un novedoso y
gran espacio público civil
para Sevilla, conformada como
una auténtica plaza mayor, sino
también como un elemento que iniciara la transformación de la propia realidad urbana de la ciudad.Y esta posición
prioritaria de la Encarnación
se mantendría hasta la construcción
de la Plaza Nueva en los terrenos
del antiguo convento de San
Francisco, que significó, tal
como se ha comentado, un cambio profundo en la estructura de Sevilla y en las previsiones de su transformación24.
Volviendo al análisis del plan de Echamorros, es interesante la percepción que los propios integrantes de la administración
del municipio tienen de su labor en el campo del urbanismo, donde comprendían la dificultad de llevar a cabo una reforma de estas características. Por ello, y de modo
semejante a como se habían manifestado
en el caso de los diseños para la plaza de la Encarnación,
consideraban necesario
“... que el Excelentísimo Ayuntamiento trabaje y estienda sus miras venéficas, no sólo para la generación presente sino para las venideras, y que no les deje estorbos para las mejoras que quieran hacer en
la planta de toda la ciudad”25
comprendiendo que era deber de su actividad pública
trabajar también para la posterioridad. Se trataba de una lección aprendida en los complicados años del comienzo del siglo y en los cambios políticos acaecidos, pero sobre todo en
la creencia de la difícil misión que significaba cualquier transformación urbana en la
ciudad. Esta idea se había asumido a la vista de los resultados –parciales o insatisfactorios-
de algunas de las reformas urbanísticas emprendidas desde el siglo XVIII en Sevilla, pero además se trataba de una afirmación ya expuesta
en la obra escrita de eruditos ilustrados como Antonio Ponz26,
que consideraba el pasado urbanístico
de las ciudades españolas como una traba que sólo se podría vencer con una nueva y radical planificación determinada
por las autoridades.
Insistencia, pues, en
la necesidad de un plan general sobre
la ciudad, aún con la consciencia
del carácter paulatino y lento
de su transformación en la práctica, son aspectos que manifiestan un alto grado de madurez y clarividencia sobre Sevilla en los albores de su contemporaneidad,
de la que esta intervención
desde la Encarnación, que hemos identificado como primera de las propuestas urbanísticas globales sobre la capital, por encima
de la tradicional política de alineaciones puntuales,
aparece como ejemplar paradigma, iniciando el recorrido del urbanismo local decimonónico que culminará en los proyectos de reforma y ensanche de los últimos años del siglo.
![]()
1.
Entre ellos, Cfr. BANDA y VARGAS,
Antonio de la:“La Academia de Bellas Artes y el urbanismo sevillano en el siglo XIX”
en Historia del Urbanismo sevillano. Sevilla: Real Academia de Bellas Artes, 1972, pp. 133-165;
José Manuel SUÁREZ GARMENDIA:
Arquitectura y urbanismo en la Sevilla
del siglo XIX. Sevilla: Diputación, 1986, junto a otros estudios citados en el presente trabajo.
2.
OLLERO LOBATO, Francisco: Cultura artística y arquitectura en la Sevilla
de la Ilustración (1775-1808). Sevilla:
Caja San Fernando, 2004. Pag 319.
3.
Publicado por
FLORES MOSCOSO, Ángeles:“Noticias
históricas del Castillo de Triana.” Archivo Hispalense, 232
(1993). Págs. 33-54.
4.
SUÁREZ GARMENDIA. Arquitectura y Urbanismo... Op. Cit. Págs. 21 y ss.
5.
Estas opiniones y el plano de Vélez en
Francisco OLLERO LOBATO:“Propuestas urbanísticas para el área del convento de San Francisco de Sevilla durante la primera mitad del siglo XIX”. Archivo Hispalense, 258 (2002), pp. 135-151.
6.
AHMS. Sec.
IX.Tomo 27. Exp. 32. Expediente formado sobre/ el derribo de los portales de/ la Plaza del Pan. Informe de José Echamorro. 11 agosto 1820.
7.
AHMS... Exp. 32. Informes
de Echamorro. 5 y 11 de agosto
de 1820, respectivamente.
8.
AHMS... Exp. 32. Informe del 28 de octubre de 1820. (1v)
9.
Plano geométrico y demostración de la fachada principal
en el día ruinosa de la Plaza que fue del pan, y abenidas/ de las calles que a dicho sitio concurren, y manzanas
de casas de su contorno, y sitios ayacentes/. Explicación del Plano.AB Fachada de Casas
que propongo deberse executar sobre la línea CD./ HY Línea [tortuosa] que en el día presentan los Portales
y Casas Ruynosas/ EF Calle
formada en dicha Plaza que fue del Pan desde Calle Lineros a la de Francos/ PQ Sitio de los Puestos que serbía a la Panadería de Alcalá y Mayrena, Juzgado, cuerpo de guardia y demás, perteneciente a la
colejial del Salvador/ S Manzanas de casas que forman la embocadura de calle Lineros, siete revueltas y alcaysería de la losa/ M id(em) de casas que forman las entradas
de las Calles de dicha Alcaysería de la losa, herbolario y Calle Confiteria/ N Id(em) de Casas que forman la Calle Cuesta del Rosario y dicha Calle Confitería/ O id(em) de Casas que demuestran las entradas
de las Calles de Francos y de
Culebra/ R id(em) de Casas que demuestra las Calles
de Alcaceros, y continuación de la de Lineros/ Escala para la fachada AB dupla de la del Plano general/
Firma: José Echamorros.
10.
Eran los propietarios de las casas del frente
este: Números 1 y 2, Don
Antonio Aspergorta
y Don Antonio de Barrasa; Nºs. 18 y 19 Fernando
Martínez; nº 22 de la Colegial del Salvador, y nº 23
de las monjas de Madre de Dios. Ibidem.
11.
Sec. IX.Tomo 27. Exp. 32. Medidas, 6 de julio de 1821
12.
Fachada y Perfil de las dos Casas de
las Comfiterias Esquina a
la Plaza del Pan Vieja que pertenecen
a Don Vicente Torres y Anduesa todo el sitio del alzado de sombra es la citada fachada de dicha Plaza, y el Número 1 la columna angular. Escala
de diez baras castellanas. Sevilla, julio 12 de
1821. Firmado: Moreno.
[al margen:
Apruevase y
unase al expediente. Firmas]
13.
Sec.VII.Tomo
4. Exp. 30. Rollo 269. Informe del síndico fechado el 28 de enero de 1812.
14.
AHMS. Sec. IX. Tomo 27. Exp. 9. Opinión de los síndicos solicitada por acuerdo municipal del 13 de diciembre de 1820. Informe
fechado en 30 de abril de 1821.
Fols. 2r-5v. El
diseño de Vélez en AHMS... Exp. 8, Fol. 5. Diseño del edificio que ba a construir en la Plaza
de la Encarnación.. .[ilegible]. modelo para el todo/del Perímetro General y los
4 frentes de la Plaza,
inventado por Don Cayetano Vélez, arquitecto de la Academia M(atriz) de San Fernando y Maestro titular por Su Magestad desta
capital. Sevilla, 17 de septiembre de 1820.
15.
Fol. 4v. Ibidem.
Citado por Francisco AGUILAR PIÑAL:“Algo más
sobre la Encarnación” en Temas Sevillanos. Segunda
Serie. Sevilla: Universidad, 1988, pp. 243-254.
16.
Por diseño de fachada para la plaza, correspondiente
a éste último señalado, o al realizado para el
anterior concurso, solicita
250 reales al cabildo el 16 de agosto
de 1821. (AHMS. C.A. Obras Públicas. Serie I. 1425. Carp.
1821).
17.
Cano realizó el modelo de fachada y el croquis
de las líneas de la plaza por acuerdo
municipal del 26 de marzo de 1832, estando aprobados estos diseños por la Real institución madrileña en julio de ese año. (Cfr. José
NÚÑEZ CASTAIN: Sevilla, centro
histórico: la transformación radical de su imagen urbana: génesis y desarrollo del planeamiento urbano en el siglo XIX. Sevilla: ETSA,
1985.Tesis Doctoral
de la Universidad de Sevilla.
Cap. 3.1. J. M. SUÁREZ
GARMENDIA: Arquitectura y urbanismo... págs. 49 y 50.)
18.
Félix GONZÁLEZ
DE LEÓN: Noticias históricas del origen de los
nombres de las calles de esta Muy Noble, Muy Leal y Muy Heroica ciudad
de Sevilla. Sevilla: Imp. De José
Morales, 1839. Pág. 4. Las casas construidas
en la Encarnación en SUÁREZ GARMENDIA...
pág. 50.
19.
AHMS. Sec. IX.Tomo 2. Exp. 71. (1r).
20.
AHMS. Sec. IX. Tomo 27. Exp. 32. Plano Geométrico en
que se demuestra todo el
anterior que figura la Plaza que fue
del Pan con las calles
que á ella concurren de francos, Culebra, Cuesta del Rosario, confitería, herbolarios, Alcayzería de la losa, siete Rebueltas, alcuzeros y lineros, y ampliación del mismo Plano hasta la desembocadura
de calle Dados en la Plaza
de la Encarnación principiando
su prolongación desde los puntos E.P. entrada
a la sitada Plaza que fue
del Pan hastas
su extremo en las letras F.G. de dicho formado nº 1. Explicación: CD línea de puntos que he propuesto deverse executar para la reedificación de las fachadas ruinosas y diforme que presenta la de los Portales de la Plaza que fue del Pan. Plano fechado a
9 de mayo de 1821.
21.
AHMS.
Sec. IX.Tomo 27. Exp.
32. Plano geométrico mayor nº 3 que demuestra toda la dirección de Calles desde la de Dados,
salida a la Plaza de la Encarnación, la de Lineros, Plaza que fue del Pan, siete Rebueltas, y la de Burros,
Calle Francos, Plazuela del Silencio, Calle Placentines hasta la
salida del Sitio de Gradas, los Conteros hasta dicho sitio y la de Sipres (sic) serrando Manzana con la del Silencio. Explicación:
CD línea de puntos que he propuesto
deverse executar para la reedificación de las fachadas ruinosas y diforme que presenta la de los Portales de la Plaza que fue del Pan. 12 de mayo de 1821. (Loc.
Cit.) Recibió 1500 reales por el levantamiento de estos dos planos. Cfr. Cultura artística y arquitectura Apéndice documental. Documento
22.
22.
NUÑEZ CASTAIN... 3. 6. Hacia un plan general de alineaciones.
23.
Ibidem.
24.
Ibid.
25.
AHMS... Exp. 32. Informe de los síndicos del 21 de febrero de
1821. (1v.).
26.
“Esta mala Planta
y deformidad de las Ciudades no se remediará jamás, sino haciéndolas de nuevo; y supuesto que qualquiera de ellas naturalmente se renueva en el término de un siglo, ¿por qué tales renovaciones no habían de hacerse sobre un plan excelente, que estuviese en las casas del Cabildo y Ayuntamientos?”. En Antonio PONZ: Viage de España. Madrid: Imp.Viuda de Ibarra, hijos y Cía. 1786
(Atlas, 1972).Tomo IX. Carta Sexta. 96.)