Las esculturas de Belloni y el fútbol uruguayo a lo largo del siglo XX

Belloni’s Sculptures and Uruguayan Football throughout the 20th Century

Damiano Tieri Marino

Universidad de Montevideo, Uruguay

d.tieri@um.edu.uy

0000-0001-6973-7981

Recibido: 13/02/2024 | Aceptado: 14/05/2024

Resumen

Palabras clave

Como parte importante de la identidad colectiva, jugar a la pelota ha sido y es una de las actividades más importantes de socialización en Uruguay. A lo largo de la primera mitad del siglo XX la escultura nativista de Belloni se transformará en una herramienta sumamente válida como iconografía representativa de este “deporte nacional”, tanto dentro como fuera de las fronteras. La Asociación Uruguaya de Fútbol, conjuntamente con el Club Atlético Peñarol, serán los principales demandantes de su arte, tanto para la elaboración de trofeos y medallas como para la confección de obsequios para los contrincantes extranjeros de turno. Así fútbol y escultura se fusionaron, representando ambos, a su manera, el sentir de nuestra identidad uruguaya.

Escultura

Monumento

Fútbol

Peñarol

Política

Belloni

Abstract

Keywords

As an important part of collective identity, “playing ball” has been, and is, one of the most important socialization activities in Uruguay. Throughout the first half of the 20th century, Belloni’s nativist sculpture will turn into an extremely valuable means to unwind the representative iconography of this “national sport”, as much as inside and outside borders. The Asociación Uruguaya de Fútbol, together with Club Atlético Peñarol, will be the foremost requesters of his work, ranging from the manufacturing of trophies and medals to the presents for occasional foreign opponents. This way, football and sculpture become one, representing, in their own unique way, Uruguayans’ heartfelt identity.

Sculpture

Landmark

Football

Peñarol

Politics

Belloni

Cómo citar este trabajo / How to cite this paper:

Tieri Marino, Damiano. “Las esculturas de Belloni y el fútbol uruguayo a lo largo del siglo XX.” Atrio. Revista de Historia del Arte, no. 30 (2024): 174-189. https://doi.org/10.46661/atrio.9607.

© 2024 Damiano Tieri Marino. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0. International License (CC BY-NC-SA 4.0).

El progreso del Uruguay “centenario” a través del futbol y el arte

Gracias al fútbol nuestro país era conocido y reconocido[1], pero también por aquella época gracias a la escultura nuestro país se destacaba por una identidad clara, consolidada y subyugante. El año 1930 marcó el inicio de los campeonatos mundiales de fútbol. Uruguay, sede del primer torneo de estas características, coincidentemente con los festejos de los primeros 100 años de la jura de su Constitución como Estado independiente, verá no solo a su selección “celeste” llevarse el título en el gran estadio construído para tal acontecimiento y denominado justamente “Centenario”[2], sino también la inauguración, pocos años después[3], de una de las obras más importantes en la carrera artística de José Belloni como lo es La Carreta (Fig. 1), casualmente a metros de esa mole de cemento tan significativa para todo uruguayo. De esta forma el fútbol, la arquitectura y la escultura sintetizaban, a pocos metros de distancia uno del otro, lo vanguardista de una sociedad que se destacaba en aquel contexto latinoamericano y mundial por su poderío deportivo y económico.

Fig. 1. José Belloni, La Carreta, 1934. Bronce. Parque José Batlle y Ordoñez (al fondo la Torre de los Homenajes del estadio Centenario de 1930), Montevideo. © Fotografía: Caruso, Juan, “Portada del suplemento dominical,” El Día, 2 de agosto de 1964, https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/46016.

La Carreta de Belloni o, llamémosla como corresponde según el nombre que le dio su propio autor, La Vanguardia del Progreso, se complementaba con una estructura arquitectónica moderna y vanguardista para la época como lo fue el estadio Centenario[4], la representación perfecta del país moderno pero al mismo tiempo tradicional, trabajador y rural. Campo, ciudad y fútbol se mancomunaban para presentarle al mundo quién era el “oriental”, qué significaba ser uruguayo. Por ello no es casual que, cuando se analizan con detenimiento diversas fuentes y artículos de prensa de la época, en particular los de la segunda mitad de siglo XX (momento de auge de nuestros principales equipos de fútbol y selección nacional), llamara la atención la relación muy estrecha entre la producción artística de José Belloni y dichas entidades deportivas, pero en particular el Club Atlético Peñarol y la Asociación Uruguaya de Fútbol.

Los trabajos de Belloni para el fútbol uruguayo

Una de las primeras referencias la encontramos en los inicios de la carrera de Belloni como escultor, en las primeras décadas del siglo XX. En ese momento un ignoto dentro del ambiente artístico, el joven José Belloni trabajaba incansablemente presentándose a todos los concursos existentes y en especial a los relacionados con la creación de medallas conmemorativas. Fue así que, en el año 1913, obtuvo el primer y segundo premio en el concurso de medallas para la Liga (futura Asociación) Uruguaya de Fútbol (Fig. 2), siendo su trabajo escultórico el utilizado para la confección de las medallas utilizadas por aquel organismo para premiar a sus deportistas. Véase el contenido de la nota firmada por el presidente de la Liga Uruguaya de Football de ese momento, el Dr. Abelardo Véscovi, informándole al joven artista del logro conseguido:

Fig. 2. José Belloni, Medallas para la Liga Uruguaya de Fútbol, 1913. Yeso preparatorio. Ubicación desconocida. © Fotografía: Centro de Fotografía de Montevideo (CDF), colección Grompone, 2016.

Montevideo, Noviembre 8 de 1913. Señor José L. Belloni. Muy señor mío: Me complace llevar a su conocimiento, que el jurado que entendió en el concurso de bocetos de medalla realizado por la Liga Uruguaya de Football, resolvió otorgar el primero y segundo premios, respectivamente, a los bocetos que llevan los lemas “Para que 1ro” y “No puede ser”, de los que Usted resultó el autor. Al felicitar a Usted por tan señalado triunfo de sus aptitudes artísticas, me permito invitar a Usted a pasar por la Secretaría de la Liga el miércoles próximo, de 2 a 4 de la tarde, a fin de hacerle entrega de los premios a que tiene derecho. Quiera Usted aceptar, con este motivo, mis mejores consideraciones[5].

Será unos cincuenta años más tarde y con el trofeo del Campeonato Sudamericano del año 1956 (Fig. 3), el cual actualmente se encuentra expuesto en el Museo del Fútbol de la capital, cuando volvamos a ver una obra escultórica de Belloni vinculada al fútbol. Sumándose a las sucesivas y alternadas disputas de la Copa América, era el vigesimocuarto Campeonato Sudamericano de Selecciones que se disputaba. En él participaron Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y el anfitrión Uruguay, habiéndose jugado todo el torneo en el estadio Centenario de Montevideo en pleno período estival[6].

Fig. 3. José Belloni, Nuevos Rumbos, 1956. Bronce. Trofeo del Campeonato Sudamericano. Museo del Fútbol del Estadio Centenario, Montevideo. © Fotografía: Artnet, consultado el 10 de enero de 2024, https://www.artnet.com/artists/josé-leoncio-belloni/nuevos-rumbos-tUd9KtX1BdC7LtJs_-rHgQ2.

Si se analiza con detenimiento el trofeo seleccionado por el comité organizador, nos encontramos con una obra que, a simple vista, poco tendría de “deportiva” pues no estamos hablando de una copa o trofeo tradicional, sino de una copia a escala menor de una obra escultórica pública de José Belloni: Nuevos rumbos. ¿Por qué utilizar una obra escultórica de estas características como trofeo del Campeonato Sudamericano de Selecciones en el año 1956? Cuando se lee con detenimiento la inscripción que aparece en ella se puede ver con claridad la injerencia del poder político de la época, pues no es casual que se inicie con la siguiente frase: “Premio Consejo Nacional de Gobierno…”. En aquellos años nuestro poder ejecutivo estaba formado por un órgano colegiado llamado Consejo Nacional de Gobierno, en ese momento presidido por Luis Batlle Berres, quien en el año 1955 debió enfrentar una de las situaciones diplomáticas más complejas que vivió nuestro país con la Argentina, casualmente vencedora del último Campeonato Sudamericano disputado en Chile ese año. A partir de estas líneas iremos develando la relación entre política internacional, fútbol y arte escultórico, que determina no solo el momento del año seleccionado para la disputa del torneo, sino también el mensaje que se buscaba transmitir con el trofeo elegido.

El año 1955 marcó uno de los peores momentos de la relación entre nuestro país y la Argentina. Con un Juan Domingo Perón amenazando con bombardear la antena de radio Carve en Montevideo si ésta no dejaba de apoyar al sector que promovía en Argentina su derrocamiento[7], el gobierno de Batlle Berres, presionado por la cancillería de aquel país, debió suspender la transmisión de aquella radio. Luego de este hecho (suspensión que no duró más de una hora), Carve continúo con su apoyo al sector contrario al presidente argentino, el cual fue derrocado por un golpe de estado militar ese mismo año. ¿Por qué se había generado una ruptura de tal envergadura entre uruguayos y argentinos? El discurso de integración latinoamericanista (que aquí se interpretaba como expansionista y conquistador) de Juan Domingo Perón, sumado a su vinculación ideológica con el franquismo y sus prácticas políticas claramente antiliberales, generaron en Luis Batlle Berres una gran desconfianza para con el primer mandatario del vecino país. El presidente uruguayo era sabedor de lo débil que era la independencia territorial y política de su país en el contexto regional (en comparación con sus dos grandes y poderosos vecinos), al mismo tiempo que se declaraba definitivamente antifranquista y firme aliado de los Estados Unidos, por no mencionar que veía en Perón a uno de los más fuertes aliados del principal adversario político del partido de gobierno: Luis Alberto de Herrera[8].

Ante todo lo expuesto el comité organizador del Campeonato Sudamericano del año 1956 no fue ajeno a dicha situación. Analizando el hecho de que el último campeón de América y defensor del título era Argentina, sumado a la normalización de las relaciones diplomáticas entre el Uruguay y aquel país luego de años de fricción, un torneo de estas características en pleno período veraniego atraería a nuestro principal escenario deportivo un sinnúmero de turistas de la vecina orilla (Argentina) y público local. Y así fue en efecto. La forma de disputa fue de una sola serie todos contra todos. Uruguay ganó cuatro partidos empatando solamente ante Brasil, y donde el último partido del torneo marcó (planificado claramente por la organización) el enfrentamiento entre uruguayos y argentinos con un estadio Centenario colmado. El resultado fue de 1 a 0 a favor de los “celestes”, con gol de Javier Ambrois. Pero lo que no deja de ser un elemento de singulares características fue el trofeo que se le entregó a los vencedores, que si hubieran sido los argentinos hubiese resignificado aún más su sentido y mensaje[9].

La obra escultórica de Belloni presenta a un gaucho y su china sentados sobre su caballo, cuya postura no manifiesta el más mínimo atisbo de movimiento, observando ambos con serenidad y curiosidad el horizonte, el futuro. La obra sintetiza la idea de lo nuevo, de los “nuevos rumbos” que se generan en el andar de la vida de cada ser humano y, en este caso, en el nuevo rumbo que tomaban las relaciones entre uruguayos y argentinos. No quedan dudas que el Consejo Nacional de Gobierno quería dejar un mensaje claro con la obra de aquel escultor como trofeo, donde nada más ni nada menos que un personaje tan significativo y característico para uruguayos y argentinos como lo es el gaucho, mira con serenidad lo que se viene, los nuevos rumbos que se delinearán a partir de ese momento.

Pero aquí no termina la participación de Belloni y sus trabajos en el mundo del fútbol uruguayo. En el año 1961 el Club Atlético Peñarol obtuvo el título de Campeón de América, marcando junto con otros títulos obtenidos en distintas competencias futbolísticas lo que fue una época dorada para su historia deportiva. En esa oportunidad uno de los rivales que debió enfrentar en cuartos de final fue el Club Universitario de Deportes de Perú. Luego de vencer al equipo peruano en el estadio Centenario el 19 de abril de 1961 por 5 goles a 0, el equipo aurinegro debía viajar a Lima para la revancha a disputarse el 30 de mayo, tal como lo indica la crónica deportiva de aquellos días:

Perspectiva favorable en el Torneo de Campeones. Peñarol viaja hoy a Lima para la Revancha con el Campeón Peruano. El equipo de Peñarol emprende hoy viaje a Lima. Va a cumplir el compromiso revancha con el campeón peruano, al que venciera el 19 de abril en forma categórica. En esa oportunidad los aurinegros obtuvieron la ventaja de 5 a 0, por lo que concurren con posibilidad en extremo factible, de clasificarse para las semifinales del campeonato de Campeones. En el hermoso Estadio Nacional de Lima exhibirá Peñarol, seguramente, en condiciones muy superiores que aquellas de la jira realizada en enero pasado. Las últimas actuaciones del equipo hacen prever que Universitario de Lima tendrá que superarse en grado sumo para constituirse en rival peligroso[10].

Pero el equipo aurinegro, acorde a cómo continúa la nota, más allá del interés deportivo, viajaría a aquel país llevando consigo un presente muy particular para el equipo rival, conjuntamente con unas cuantas medallas que se utilizarían para distinguir a un grupo de dirigentes de aquel país que de alguna u otra manera habían colaborado con el club uruguayo.

La embajada peñarolense será portadora de un hermoso obsequio destinado al Universitario. Se trata de una pieza tallada en bronce, obra del magnífico escultor compatriota Sr. José Belloni. Además, distinguirán a cuatro destacados dirigentes del fútbol peruano, Sres. José Salón, miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA en representación de la Confederación Sudamericana, Nicanor Arteaga, presidente de la Federación local, Ing. Jorge Góngora e Ing. Enrique González Carillo, haciéndoles entrega de medallas como reconocimiento de atenciones tenidas con la entidad uruguaya. La delegación de Peñarol va presidida por el Cr. Gastón Guelfi[11].

El obsequio se trataba de una pieza tallada en bronce con el nombre de Caballo corcoveando con jinete[12], en la cual se observa cómo un gaucho uruguayo muestra sus habilidades para mantenerse sobre el potro que intenta quitárselo de encima. Gaucho que representa en este caso a un jinete y no a un domador, pues no se deben confundir el uno con el otro, ya que mientras este último utiliza sus conocimientos, paciencia y mañas para hacer de un “potro crudo” todo un caballo, el primero lo que hace es lucir su habilidad para no caer, buscándolo e incitándolo para que lo voltee. “A mí no me voltea un bagual, ni aunque se parta pu’el medio. Y si así aconteciera, le garanto que viá quedar sentao, en el pedazo más grande”[13], expresaba nuestro hombre de campo al momento de jinetear. Buscado o no, el mensaje de la obra obsequiada representaba no solo una muestra de lo que es una de nuestras tradiciones más antiguas, sino también una demostración del valor y la enjundia de los jinetes y domadores uruguayos al momento de enfrentarse a cualquier rival, en este caso al animal.

El Cr. Gastón Guelfi, tal como lo certifica aquella nota de prensa, era el presidente de la delegación aurinegra y, como tal, responsable de todo lo que hacía a las resoluciones administrativas y políticas del Club Atlético Peñarol. Por ello no es descabellado pensar que él fue el responsable principal al momento de definir la adquisición de dicha obra escultórica como obsequio para el combinado peruano. Afirmación ésta que se consolida cuando dos años más tarde un equipo amigo de Peñarol, el Club Atlético River Plate de Argentina[14], al cumplir el vigesimoquinto aniversario de la inauguración de su estadio Monumental, recibiera de manos del Cr. Guelfi una obra del ya prestigioso escultor uruguayo como obsequio (Fig. 4). El 22 de mayo del año 1963[15] los primeros equipos de ambos clubes se enfrentaron en un amistoso disputado en la vecina orilla, obviamente en el estadio Monumental del River, y donde la victoria fue de los aurinegros por dos tantos contra uno. Pero, más allá de lo anecdótico de aquel resultado, es sumamente significativo el contenido que se desprende de una nota escrita en puño y letra por el presidente de Peñarol, dirigida al escultor José Belloni meses después de aquel acontecimiento:

Fig. 4. José Belloni, Caballo corcoveando con jinete, 1963. Obsequio del Club Atlético Peñarol al Club Atlético River Plate. Museo de River Plate, Buenos Aires, 2016. © Fotografía: Damiano Tieri Marino.

Montevideo, junio 26 de 1963. Señor Don José Belloni. Presente. De mi mayor consideración: fue un inmenso placer recibir las amables líneas vuestras, tanto en el orden personal como por los conceptos vertidos para con la Institución que tengo el honor de presidir. Hubiera sido nuestro deseo, como se lo expresara personalmente, poder contar con su presencia en los actos de festejos realizados por el Club River Plate, pero también comprendemos perfectamente los motivos que nos privaron de su grata compañía. Debemos ser sinceros además, llevando a su conocimiento la brillante acogida que tuviera su magnífico trabajo, que despertó el agradecimiento y reconocimiento de directivos y simpatizantes del Club amigo, tanto por la obra en si como por el prestigio de su creador. Es una buena oportunidad esta, para saludarle con la mayor estima haciendo votos por su ventura personal. Cdor. Gastón Guelfi[16].

Simpatizante o no del Peñarol, de la nota se desprende claramente que el escultor sentía un gran aprecio por la institución, y en particular para con su presidente, el cual deja en claro en ella que dicho sentimiento era recíproco. Allí le transmite al artista que hubiese sido para él un gran honor contar con su presencia en los festejos del club argentino acompañándolo y formando parte de la delegación aurinegra, pero que entendía los motivos de su ausencia. Por esa época, un Belloni ya anciano y viudo, estaba emprendiendo lo que sería su último viaje a Europa para ver las calles de su querida Lugano, conocer algunas nuevas obras de arte y fijar en su memoria otras ya conocidas y admiradas. Esto le impidió formar parte presencial de los festejos del club argentino, el cual, tal como lo expresa el presidente Guelfi, recibió con una “brillante acogida” la obra artística del escultor, la cual “…despertó el agradecimiento y reconocimiento de directivos y simpatizantes del Club amigo, tanto por la obra en sí como por el prestigio de su creador”. Obra que al parecer sintetizaba mejor el mensaje que el Peñarol buscaba transmitir a los equipos rivales, pues nuevamente nos encontramos con una copia de Caballo corcoveando con jinete.

Los años 1963 y 1964 marcaron para Belloni un momento crucial en su vida al sufrir un primer infarto luego de retornar del viejo continente en el mes de diciembre de 1963, y el segundo a mediados de 1964. Pese a ello, acorde a sus características de hombre incansable y activo, continuaba inmerso en su tarea artística. En medio de la inauguración del monumento a los “33 Orientales” en San Isidro, Argentina, y de la organización de su última exposición en el departamento de Salto, patrocinada por el Rotary Club de aquella ciudad, Belloni continuaba trabajando para el fútbol. Mientras creaba para su nieto José Alberto Belloni dos obras en bronce donde representaba jugadores de fútbol en pleno accionar (Fig. 5), la Asociación Uruguaya de Fútbol solicitará al artista, en el año 1964, la elaboración de dos trofeos escultóricos: uno para el Campeón del Competencia y otro para el Campeón de Honor de aquel año. Ambos torneos tuvieron como ganador al Club Atlético Peñarol[17], motivo por el cual cuando se visita la sede de dicha institución nos encontramos con aquellos dos motivos escultóricos: Pial de Volcao correspondiente al trofeo del Competencia y Los dos Amigos, de la Copa de Honor.

Fig. 5. “Belloni, el Artista del Pueblo,” nota del Suplemento El Día, 28 de junio de 1962, https:// anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/46016.

Cuando se observa la primera, a simple vista nos encontramos con una obra cuya postura recuerda −atendiendo a lo planteado por Warburg−[18], a la del dios Dionisio representado por Fidias en el frontón oriental del Partenón ateniense. Allí, interpretándose el nacimiento de Atenea en el centro, la cual aparece radiante y completamente armada a pesar de que acaba de nacer de la cabeza de Zeus, se encuentra rodeada de los dioses del Olimpo. En el extremo del ángulo izquierdo se aprecia la escena independiente del carro de Helios (el Sol) surgiendo del Océano (el río que rodeaba la tierra para los griegos) al despuntar el alba, con Dioniso (dios de la fiesta y el vino) en una postura de espera o contemplación de tan atractivo espectáculo natural. Similar, en una actividad que también lo vincula con un animal pero en una situación mucho más agitada, se encuentra el gaucho que acaba de enlazar al caballo en la obra de Belloni (Fig. 6). No hay dudas de que las reminiscencias clásicas influyeron en el escultor, aunque aquí la contemplación se transformó en acción. El “pial” o “pialar” es una de las tareas de campo más antiguas y consiste en enlazar al animal por sus dos patas delanteras y derribarlo al suelo, ello con el objetivo de inmovilizarlo para marcarlo, carnearlo o curarlo. Ésta era una forma de dominar un animal en la época colonial y entrado ya el siglo XIX en nuestro país, cuando en los campos no había mangas, alambrados ni estructura similar que facilitase la tarea.

Fig. 6. José Belloni, Pial de volcao, 1964. Bronce. Sede del Club Atlético Peñarol, Palacio Contador Gastón Guelfi, 2016. © Fotografía: Damiano Tieri Marino.

En este caso Belloni representó el pial llamado de “volcao” (volcado), existiendo distintas técnicas (volcado de pie, volcado de derecho o volcado de revés), dependiendo de la forma en que se tire el lazo y se inmovilice al animal. Roberto Burton explica con claridad cuál era la tarea del pialador:

Para echar un pial, la argolla del lazo se coloca bastante cerca de la mano; no es necesario su colocación retirada como para dar vuelo al lazo; claro está que esto depende de la distancia mediante del animal al que se tira, mas por regla general, el pial se tira a distancia cercana. El pialador se coloca a la derecha del animal que pasa corriendo por su frente y no bien pasa hace el tiro con el lazo, con armada algo chica y uno o dos rollos a lo más en la mano, y tira de manera que la armada caiga abierta perpendicularmente ante las manos del animal, que al seguir la carrera, mete las manos en la armada. Cuando el pialador nota que ha agarrado las manos del animal, “echa a verija”, es decir, hace un movimiento de flexión de piernas, la izquierda hacia atrás y la derecha hacia delante, agarrando el lazo, sin dejar que se corra entre las manos, para evitar una quemadura de la mano por deslizamiento o roce[19].

La disposición “dionisíaca” del gaucho se presenta de manera heroica, con un rostro cuya expresión transmite serenidad, confianza y seguridad de lo que se está haciendo. Es el hombre cuya postura esforzada pero al mismo tiempo serena y clara domina al animal, cuyo cuerpo fuertemente escorzado, sucumbe en un movimiento agitado y claro al mismo tiempo.

Distinta es la situación que se presenta en el trofeo de la Copa de Honor. El titulado Los dos Amigos presenta un nombre muy singular en la historia de la producción escultórica del Belloni. Cuando se analiza el archivo se puede ver que hay un precedente en sus trabajos que lleva el mismo nombre. Dicha obra fue realizada por el artista por el mes de noviembre del año 1928 y presenta a dos caballos enfrentados, en actitud de reconocimiento y aceptación (Fig. 7). Al parecer la representación de estos dos animales no suponía una imagen válida para aquel trofeo, por lo que el escultor utilizó ese mismo nombre para una nueva obra, en este caso más adecuada. El “honor” se ve representado aquí en la imagen de dos gauchos que, claramente pertrechados con sus vestimentas y herramientas de trabajo (y de combate), estrechan sus manos derechas en símbolo de fraternidad, sosteniendo al mismo tiempo en sus manos izquierdas las armas de combate (Fig. 8). Es una escena de paz, que contiene al mismo tiempo, de manera latente, el desafío y la confrontación.

Fig. 7. José Belloni, Los dos amigos, 1928. Bronce. © Fotografía: Archivo Belloni.

Fig. 8. José Belloni, Los dos amigos (trofeo), 1964. Bronce. Sede del Club Atlético Peñarol, Palacio Contador Gastón Guelfi, 2016. © Fotografía: Damiano Tieri Marino.

Pero si se habla de enfrentamientos deportivos a lo largo de la actual Copa Libertadores de América, se transformarán en habituales las contiendas decisivas entre el Club Atlético Peñarol y el Santos de Brasil, no en vano lo ocurrido en el 2011 como ya mencionamos. La segunda mitad del siglo XX marcará una época en la que ambos equipos lucharán por obtener el galardón de mejor del continente, en partidos épicos y duramente disputados. Así lo marcó el fixture de la copa del año 1965. Ambos equipos llegaban a la semifinal de la llave B, cuyo primer partido se disputó en el estadio Pacaembú de São Paulo y donde los aurinegros fueron derrotados por 5 tantos a 4. Previo al partido de vuelta a disputarse en el estadio Centenario el 28 de marzo, el ambiente era de suma expectativa, tal como lo indica la crónica del diario El País:

En forma entusiasta sigue respondiendo el público a la colocación de las localidades para la revancha del 28 en el Estadio. Ayer en el primer día de venta al público en general, se expendieron 4.221 entradas, recaudándose $246.450, lo que sumado a lo anterior totaliza 8.815 entradas y $535.665. Proseguirá hoy hasta el viernes en el Sport de la Plaza Cagancha, de 10 a 21 hrs. El Consejo resolvió anoche la adquisición de una obra del escultor compatriota José Belloni, denominada “Corcoveando”, la que será obsequiada a la Directiva del Santos[20].

Euforia que no impedía, pese a la rivalidad y al hecho de que de acuerdo al sistema de disputa de la época, la victoria aurinegra suponía la necesidad de un tercer encuentro de desempate, que las autoridades aurinegras decidieran realizarle un obsequio representativo al rival de turno. Este no era otro que una obra escultórica de Belloni, y para no marcar diferencia con los realizados antes, nuevamente la temática era el gaucho y su caballo indomable. Esta obra es la última referencia que encontramos entre el artista y el fútbol, casualmente en el año de su desaparición física.

Conclusiones

Es indudable ante todo lo expuesto que la obra escultórica de Belloni, acorde a las características nativistas y veristas de la misma, supuso para las autoridades del fútbol de aquella época una iconosfera de nítida interpretación y, al mismo tiempo, de identificación clara con el ser uruguayo. Al igual que las obras del escultor en el entramado urbano capitalino, estas representaciones, a una escala menor, suponían para la Asociación Uruguaya de Fútbol y para el Club Atlético Peñarol una forma de identidad nacional definida para con los rivales extranjeros. Así como lo hacían El Aguatero, La Carreta, Ansina, La Diligencia, Nuevos Rumbos y El Entrevero entre otros, en el día a día de los transeúntes montevideanos, las obras que mencionamos a lo largo del artículo buscaban representar de manera sincera y emotiva cuál era la estirpe que caracterizaba a sus donantes. Valores y aptitudes como el tesón, la gallardía, la honradez, el esfuerzo y la amistad se transmitían de manera sincera, apelando a la representación escultórica de costumbres que venían desde las raíces más antiguas y populares de esta nación. No en vano Belloni, pocos años antes de su muerte, expresaba ante las autoridades de la Junta Departamental de Montevideo: “Vengo del pueblo y me siento bien con él”[21].

Referencias

Fuentes documentales

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Fuentes bibliográficas

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Belloni, José. Nuevos Rumbos. 1956. Bronce. Trofeo del Campeonato Sudamericano. Museo del Fútbol del Estadio Centenario, Montevideo. https://www.artnet.com/artists/josé-leoncio-belloni/nuevos-rumbos-tUd9KtX1BdC7LtJs_-rHgQ2.

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Quintela, Guido. “Colombes 1924: El triunfo celeste y sus usos políticos.” Cuaderno de Historia, no. 14, (2013): 15-30.


[1] Guido Quintela, “Colombes 1924: El triunfo celeste y sus usos políticos,” Cuaderno de Historia, no. 14 (2013): 21.

[2] Gerardo Caetano, “Ciudadanía y nación en el Uruguay del Centenario (1910-1930). La forja de una cultura estatista,” Iberoamericana. America Latina - España - Portugal, no. 39 (2010): 174.

[3] En el año 1929 y a propuesta del señor Cesar Batlle Pacheco y el Ing. Bernardo Larrayos, el municipio de Montevideo, por unanimidad de votos, le encarga la realización del grupo escultórico La Carreta, cuyo boceto mereció el premio a la Producción Artística del Ministerio de Instrucción Pública (Medalla de Oro), Premio Folklore. El 14 de octubre de 1934 a las 10:30 hrs de la mañana se inaugura en el Parque Batlle José Batlle y Ordóñez el Monumento a La Carreta.

[4] El estadio Centenario fue diseñado por el arquitecto uruguayo Juan Antonio Scasso en un estilo claramente Art Déco, en boga por aquellos años tanto en Europa como en los Estados Unidos de América. Esto, sumado a que se terminó de construir en tiempo récord (nueve meses), reflejaban lo vanguardista y moderno del Uruguay de aquellos años.

[5] Nota de la Liga Uruguaya de Football al Sr. Jose L. Belloni. Montevideo, 8 de noviembre de 1914. Archivo Belloni, propiedad de José Alberto Belloni (nieto del escultor), Lavalleja.

[6] Todo el torneo se disputó entre el 21 de enero y el 15 de febrero de 1956.

[7] Aldo Marchesi, “Viejas discordias en nuevos contextos,” La Diaria, 31 de octubre de 2011, consultado el 12 de abril de 2017, https://ladiaria.com.uy/articulo/2011/10/viejas-discordias-en-nuevos-contextos/.

[8] Fernando Adrover, “El peronismo y las derechas uruguayas (1947-1955),” Anuario IEHS, no. 1 (2020): 86.

[9] Clara Eugenia Ferrer Vidal, “La otra mirada. La reinterpretación y resignificación de la obra de arte. Una interpretación personal” (tesis de grado, Universitat Politécnica de Valencia, Facultat de Belles Arts de Sant Carles, 2020), 9.

[10] “Peñarol viaja hoy a Lima para la revancha con el campeón peruano”, viernes 12 de mayo de 1961, Diario El Día. Archivo Belloni, propiedad de José Alberto Belloni (nieto del escultor), Lavalleja.

[11] “Peñarol viaja hoy a Lima para la revancha con el campeón peruano”.

[12] José Leoncio Belloni, A Bucking Horse with Rider, bronce con pátina marrón, 70,5 cm de altura, disponible en https://www.artnet.com/artists/josé-leoncio-belloni/jineteada-Nf7t9hugbeiXUJ1EbzcpXQ2, consultado el 13 de abril de 2017.

[13] Roberto Bouton, La vida rural en el Uruguay (Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2009), 51.

[14] Germán Hasicic, “La construcción de la rivalidad River-Boca: símbolos, discursos y rituales del hinchismo en el proceso de popularización del fútbol,” Mediaciones, no. 17 (2016): 51, https://doi.org/10.26620/uniminuto.mediaciones.12.17.2016.36-55.

[15] “Agasajo a los amigos de siempre: Peñarol,” River, no. 964 (1963): s/n.

[16] Cr. Gastón Guelfi, Carta del Presidente del Club Atlético Peñarol al escultor José Belloni 26 de junio de 1964, Archivo Belloni, propiedad de José Alberto Belloni (nieto del escultor), Lavalleja.

[17] El Torneo Competencia del año 1964 fue su vigesimocuarta edición. Compitieron los doce equipos de primera división y el campeón no se definió al terminar, con el Nacional y el Peñarol empatados en la primera posición. Por su parte el Torneo de Honor fue una copa oficial que se disputó 29 veces de forma discontinua entre los años 1935 y 1967, siendo el Peñarol el campeón de la edición del año 1964.

[18] Valeriano Bozal, coord., Historia de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas (Madrid: Visor, 1999), 2: 311.

[19] Bouton, La vida rural en el Uruguay, 156.

[20] “Peñarol: obsequio a Santos”, marzo de 1965, Diario El País, Archivo Belloni, propiedad de José Alberto Belloni (nieto del escultor), Lavalleja.

[21] “Vengo del pueblo y me siento bien con él”, 14 de septiembre de 1962, Diario La Mañana, Archivo Belloni, propiedad de José Alberto Belloni (nieto del escultor), Lavalleja.