Esta monumental iglesia
dominica y su convento anexo (1551-1666) han sufrido en sus más de
cuatro siglos de existencia numerosas vicisitudes. Fue ocupado por el Ejército
Realista y el Ejército Insurgente durante la Guerra de Independencia
de México (1810-1821); y luego por centralistas y federalistas durante
todo el siglo XIX hasta la llegada de Benito Juárez a la presidencia
de México quien devolvió la titularidad del inmueble a la
Iglesia Católica (1902). La impresionante ornamentación barroca
del interior junto con su gran valor histórico la llevaron a ser
declarada monumento nacional en 1933.