El paseo recibe su
nombre del militar insurgente Miguel Bravo, fusilado (1814) en el mismo
lugar que ahora ocupa. Según decreto del Congreso de México
(1823) todo lugar en el que hubiesen "caído los héroes
de la patria" debería ser adornado, así que en 1827 comenzaron
las obras para realiza una alameda. El proyecto fue encomendado al arquitecto
Antonio Santa María Incháurrigui. En 1832 el paseo ya se encontraba
arbolado y con el mismo trazado que en la actualidad. Hoy día sigue
siendo uno de los sitos más visitados por los poblanos en días
de fiesta.