Entrevista

«Creo que esta crisis puede enseñarnos que podemos vivir un poco más despacio»

Entrevistamos a Juan Antonio Anta Montalvo, profesor de la Universidad Pablo de Olavide, sobre los efectos positivos en el medio ambiente del estilo de vida que se ha impuesto en las sociedades confinadas

Uno de los aspectos positivos de la expansión del Covid-19 y de las medidas de cuarentena y confinamiento que vive la sociedad en la actualidad es la previsible reducción de la contaminación ambiental y la mejora de la calidad de aire, explica Juan Antonio Anta Montalvo, profesor de la Universidad Pablo de Olavide en el Área de Química y Física desde el año 2000.

Este investigador ha analizado datos sobre contaminación a nivel local y global y ha podido constatar, a partir del estudio de una estación concreta de Sevilla, una bajada muy brusca de los niveles de contaminación el mismo día del decreto del estado de alarma y una progresiva subida a partir del 15 de marzo. “Los niveles de contaminación han ido subiendo a medida que se han ido relajando las medidas de confinamiento pero no se ha llegado a los niveles previos al 14 de marzo”, subraya el profesor durante la entrevista.

 ¿Qué consecuencias para el medio ambiente tienen las actuales medidas de confinamiento?

Uno de los aspectos positivos de la expansión del corona virus SARS-CoV-2 (causante de la enfermedad conocida como Covid-19) y de las correspondientes medidas de cuarentena y confinamiento es la previsible reducción de la contaminación ambiental y la mejora de la calidad de aire. No obstante es importante contrastar esta hipótesis con datos. Para ello he seleccionado dos ejemplos: uno referido a un ámbito local (polución urbana en la ciudad de Sevilla) y otro global (concentraciones de CO2 total en la atmósfera del planeta).

¿Se constata que ha habido una disminución de la polución en Sevilla?

Tomando los datos de informes diarios que ofrece la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible de la Junta de Andalucía para una serie de contaminantes en aire he estudiado los índices de monóxido de carbono (CO) y de dióxido de nitrógeno (NO2). Ambos son contaminantes primarios emitidos por los motores de combustión de los automóviles y son, por tanto, característicos de ambientes urbanos contaminados. He analizado los datos diarios tomados a una misma hora, 12 de la mañana, en la estación de control que la red de control ambiental de la Junta de Andalucía tiene en la zona de la calle Torneo (Estación ‘Torneo-Cartuja’).

Y, efectivamente, vemos que la declaración del estado de alarma y el inicio del confinamiento supuso un descenso de la contaminación por NO2 y CO en esta estación. Este descenso es especialmente acusado para el CO que pasa de valores cercanos a los 900 microgramos por metro cúbico, a registros inferiores a 400. En el caso del NO2, la transición es más tenue. Pasamos de valores comprendidos entre 20 y 30 microgramos a 15-20 a partir del día 15. Sin embargo, desde ese mismo 15 de marzo los niveles parece que se están recuperando poco a poco en ambos contaminantes. 

¿Podría extraerse alguna lectura más a partir de estos datos?

La evolución observada en la estación de control de Torneo-Cartuja indicaría un incremento progresivo del volumen del tráfico y una cierta relajación del confinamiento de facto desde el mismo día en que las medidas de confinamiento se iniciaron. El periodo de hibernación de la economía, decretado por el gobierno 15 días después, apenas se nota en los registros. De todas formas, dicha hibernación solo afectaba realmente a la industria, con lo que apenas era esperable que se notase en el tráfico del centro de Sevilla. Por otro lado, hay que tener en cuenta que existe una cierta variabilidad producida por las propias condiciones meteorológicas habidas en Sevilla durante estos días (no es lo mismo ausencia de viento, lluvia, etc. que una atmósfera más inestable, que siempre dispersa mejor los contaminantes). Cualquier conclusión es, por tanto, prematura.

Comentaba que ha seleccionado para su estudio las concentraciones de CO2 en la atmósfera a nivel global, ¿se observa aquí  también un descenso?

Sí, resulta interesante conocer si la crisis de la Covid-19 y el confinamiento de miles de millones de habitantes en todo el mundo se ha notado en los niveles de CO2 del planeta, principal causante del efecto invernadero y del cambio climático. Los niveles de CO2 en aire se monitorizan desde los años 70  por el NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration) a través del observatorio que tienen en Hawaii, en la falda del volcán Mauna Loa, a 3400 metros de altitud, (estos datos se pueden consultar en la web: https://www.esrl.noaa.gov/gmd/ccgg/trends/). El análisis de los últimos datos parece indicar un ligero descenso pero resulta difícil separarlo del propio ciclo estacional. Como el mismo NOAA advierte, es todavía demasiado pronto para conocer si la crisis de la Covid-19 ha tenido un impacto apreciable en las concentraciones de CO2 en la atmósfera de la Tierra.

¿Considera que la crisis del Covid-19 supone una oportunidad para que los gobiernos se replanteen y prioricen las políticas medioambientales?

Desde luego que sí. Todo el mundo ha observado una mejora relativa de la calidad de aire, el descenso del ruido y el incremento de la luminosidad, incluso la vuelta de la vida salvaje al centro de algunos pueblos y pequeñas poblaciones. Creo que esta crisis puede enseñarnos que podemos vivir un poco más ‘despacio’, y que ello implica, no solo una mejor conservación del medio ambiente, sino también una mejora de nuestro bienestar.

¿Cómo cree que se habría vivido la expansión de este virus en una sociedad con mucha menos contaminación?

Existen algunos estudios que indicarían que ha existido un mayor impacto del virus en aquellas zonas con una mayor contaminación del aire (https://www.dw.com/en/is-there-a-connection-between-air-pollution-and-covid-19/av-53234858; https://www.theguardian.com/environment/2020/apr/07/air-pollution-linked-to-far-higher-covid-19-death-rates-study-finds). Obviamente respirar aire más contaminado debilita nuestras defensas e incrementa la incidencia de enfermedades del aparato respiratorio, como por ejemplo el asma. Esto podría, efectivamente, haber agravado la situación de muchos contagiados, y tristemente, incrementado el número de fallecidos.

 

 

 

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