La fortificación en la Edad Moderna
El desarrollo de la artillería moderna y la mejora de sus proyectiles, especialmente el de la bala de hierro fundido, originó el final de la arquitectura militar medieval y el nacimiento de la fortaleza moderna, caracterizada por el uso de defensas abaluartadas.
Las primeras fortificaciones de este tipo surgen en Italia en el siglo XVI, de hecho este sistema de defensa fue denominada a la italiana. No obstante, es conocido comúnmente como Sistema Vauban en honor del famoso ingeniero militar al servicio del rey Luis XIV de Francia Sébastien Le Prestre, Marqués de Vauban.
Los sistemas defensivos abaluartadas contrarrestaban el poder de la artillería moderna gracias a la construcción de muros anchos y bajos construidos en talud diseñados para repeler los proyectiles, rodeándose, además, de grandes fosos e imponentes glacis defensivos destinados a ocultar las murallas del fuego artillero. Las plazas fortificadas disponen también de recursos ofensivos, especialmente piezas de artillería, apareciendo las plantas en forma de estrella para mejorar sus prestaciones. Además, de baluartes, bastiones y revellines.
Castillo de Santa Catalina
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Este tipo de construcción exigía una fuerte inversión. De esta manera, para ahorrar costes se solían reaprovechar, siempre que fuera, posible edificios anteriores.
El sitio de una fortaleza o una ciudad con un sistema de defensa abaluartada exigía un alto coste económico al sitiador, prácticamente sólo los grandes estados modernos eran capaces de financiar un asedio de este tipo.
Esta circunstancia convirtió a la guerra moderna en una geografía militar donde el control del mayor número de fortalezas aseguraba la victoria.