El Jefe de Servicio de la Delegación de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Carmona y coodirector de uno de los Cursos de Verano –‘Arqueología de Campo. 18ª edición’– de la Universidad Pablo de Olavide en su sede de Carmona, Ricardo Lineros, ha defendido la práctica arqueológica como «una experiencia única de formación, conciencia patrimonial y emoción cientíca». Con dieciocho ediciones, este curso se ha consolidado como uno de los referentes formativos del verano académico en Andalucía. Ha atribuido –en una entrevista concedida a Europa Press- su éxito a dos factores clave; «la inmersión real» en excavaciones arqueológicas guiadas por profesionales, y al «contexto único» que ofrece Carmona, ciudad con más de 5.000 años de historia bajo sus cimientos.
La actividad permite a los participantes vivir de forma «directa» el trabajo arqueológico, con una «introducción rigurosa» al método estratigráco, a la documentación de campo y a la lectura de los materiales descubiertos. «No se trata de una simulación, sino de una excavación real donde lo que se documenta no se repetirá nunca más. Esa singularidad convierte cada jornada de trabajo en una experiencia irrepetible que combina el rigor cientíco con la emoción del hallazgo», ha asegurado. La ciudad de Carmona, por su parte, como ha comentado Lineros, aporta «una riqueza arqueológica excepcional». Desde la época prerromana hasta el mundo contemporáneo, su subsuelo «ofrece capas de historia que permiten a cada edición del curso desarrollarse en un contexto nuevo y, muchas veces, sorprendente». «Cada campaña es distinta; las expectativas pueden ser altas, pero la realidad siempre tiene la última palabra», ha armado Lineros.
FORMACIÓN PRÁCTICA, CONCIENCIA PATRIMONIAL Y EMOCIÓN CIENTÍFICA
La propuesta pedagógica del curso se adapta a un «alumnado diverso». Según el arqueólogo, «participan tanto estudiantes de Arqueología y disciplinas anes como personas que se acercan por primera vez al trabajo de campo movidas por el interés cultural». Para los primeros, representa una «oportunidad de profundizar en técnicas y conceptos clave», como las unidades de estraticación, la tipología de los materiales o los procesos de documentación. Para los segundos, la experiencia aporta «una mirada cercana y respetuosa sobre el patrimonio y la historia». Lineros ha destacado el valor de «acompañar el aprendizaje práctico con una reexión crítica sobre el método arqueológico», que exige «precisión, paciencia y capacidad interpretativa».
El hecho de que cada excavación implique remover capas únicas de historia, desaparecidas tras ser documentadas, dota al proceso de «una intensidad intelectual y emocional difícil de igualar». A ello se suma la «sorpresa constante», ya que, aunque existan estudios previos, cartas arqueológicas o indicios, «nunca se sabe con exactitud qué aparecerá bajo tierra hasta que se descubre». Entre los momentos más memorables del curso, Lineros recuerda el hallazgo de una tumba hipogea romana en la zona de la necrópolis, en la calle Sevilla. «Fue una excavación de gran relevancia cientíca y también emocional». A pesar de no haber estado presente en esa ocasión concreta, por encontrarse de vacaciones, ha subrayado la importancia de ese tipo de descubrimientos en la formación del alumnado y en la construcción de una conciencia patrimonial sólida.
CLAVES PARA ENTENDER EL PRESENTE Y PROYECTAR EL FUTURO
El director del curso ha insistido en que la arqueología no debe verse como un saber antiguo o alejado de la realidad, sino como una «herramienta imprescindible» para «comprender quiénes somos y cómo vivimos hoy». Lejos de ser una disciplina obsoleta, «está profundamente conectada con los grandes retos actuales: desde la identidad colectiva hasta el desarrollo sostenible». Además, Linares ha comentado que «cada vez hay más tecnologías aplicadas tanto en el proceso de excavación como en la interpretación y difusión de los resultados». Lineros ha invitado a reexionar sobre el papel de las humanidades en la sociedad contemporánea y en especial sobre el valor del patrimonio como recurso. No solo como bien cultural o económico, sino como «elemento vertebrador de la memoria colectiva».
El patrimonio no es solo algo que heredamos, es algo que nos conforma y que además nos permite proyectarnos hacia el futuro», ha armado. La práctica arqueológica, en ese sentido según Lineros, «no es solo una herramienta académica, sino una experiencia de transformación personal». Desde el descubrimiento en el terreno hasta el trabajo posterior de gabinete, «todo el proceso invita a la observación, a la interpretación y al respeto por lo que fuimos y por lo que podemos llegar a ser».
Fuente: Europa Press