Formación Permanente

UNIVERSIDAD PABLO DE OLAVIDE

La sede Olavide en Carmona aborda los trastornos de conducta en el aula desde la perspectiva de las Escuelas sensibles al trauma

La sede Olavide en Carmona – Rectora Rosario Valpuesta, en el marco de la 23ª edición de sus cursos de verano, acoge la quinta edición del curso «Trastornos de conducta en el aula. Propuesta de intervención desde enfoques psicológicos y educativos de tercera generación». Alma Serra González, psicóloga, antropóloga, docente y directora del curso, ha ofrecido una entrevista en la que desglosa el innovador concepto de «Escuelas sensibles al trauma» y su potencial transformador en el ámbito educativo.

Serra explica que las Escuelas sensibles al trauma representan un nuevo paradigma educativo, gestado a partir de las investigaciones psicológicas más recientes sobre la relación entre la salud y el trauma. “Para mí, es como un giro de tuerca en lo que entendemos como ‘educación emocional”, afirma, señalando que la concepción de emociones positivas o negativas ha quedado obsoleta.

Gracias a los avances científicos en el campo de las emociones y su conexión con el cuerpo y las relaciones, este modelo introduce una visión revolucionaria de la educación y la salud integral. “Ya no compartimentamos la salud en física, emocional o mental como si fueran especialidades médicas”, enfatiza, “sino que entendemos que la causa de un malestar emocional es multifactorial, y por ende, su intervención también debe ser multidisciplinar”.

La base de este enfoque radica en el conocimiento y la comprensión de los principios de la teoría psicológica y antropológica actual sobre el trauma y sus efectos en todas las áreas del desarrollo: cognitivo, físico, emocional, relacional y espiritual.

La psicóloga subraya que la implementación de las Escuelas sensibles al trauma implica un “cambio cultural” que impacta en todas las áreas de la comunidad educativa.  Desde la arquitectura de los centros y el ritmo lectivo hasta la relación entre docentes, familias y alumnado, e incluso el sistema de evaluación, se propone un nuevo lenguaje educativo. “Es un cambio de esa mirada clásica en la que la salud se relaciona exclusivamente con el cerebro, de ahí el concepto obsoleto de salud solo mental, hacia una propuesta de salud integral que incluye cuerpo, mente, emociones y, muy importante, recupera lo espiritual”, detalla. Además, esta propuesta se enfoca en lo colectivo, el grupo y el vínculo social, rompiendo con los pilares patriarcales de la educación tradicional.

Aunque en Psicología esta perspectiva ya es una realidad, Serra reconoce que en el ámbito pedagógico aún es desconocida y puede generar rechazo. Sin embargo, recalca que “la investigación científica es contundente en relación con los efectos del trauma en el desarrollo de las personas, así que ya no es una cuestión de si te gusta o no o si ‘crees’ en las escuelas sensibles al trauma, estamos hablando de evidencia científica y su aplicación práctica en los contextos educativos”.

Si bien la idea de las Escuelas sensibles al trauma puede parecer utópica, Alma Serra aboga por un avance progresivo. Destaca que la educación actual no está dando respuesta a las necesidades de niños, niñas y docentes, lo que se manifiesta en el agotamiento profesional y los problemas escolares. Aunque la responsabilidad no recae únicamente en los docentes, sí es crucial que estos conozcan las nuevas investigaciones sobre la psicología del trauma y el vínculo en el contexto educativo. “El cambio debe ser un compromiso de todas las personas vinculadas con la educación y, por supuesto, de la administración”, asevera.

Para Serra, una de las oportunidades más significativas de este enfoque es que las Escuelas sensibles al trauma priorizan el bienestar del profesorado. “Las escuelas sensibles al trauma no se centran exclusivamente en el bienestar del alumnado, sino que empiezan por el bienestar del profesorado”, explica. Se parte de la premisa de que cuando los docentes se sienten cómodos consigo mismos y en su entorno laboral, ese bienestar se transmite de forma natural a sus alumnos.

Esto no implica buscar entornos “felices” e idílicos, sino fomentar que los docentes desarrollen competencias emocionales como la autorregulación, la corregulación, la aceptación sin sumisión, la trascendencia y la conciencia. Si esto se complementa con formación en trauma, conducta y vínculo, el impacto es aún mayor, especialmente si hay un equipo directivo consciente y formado al frente del centro.

Para concluir, la directora explica que las Escuelas sensibles al trauma ofrecen un marco teórico sólido para la formación y el trabajo, proporcionando a los docentes la seguridad para implementar prácticas educativas que favorecen el bienestar y el desarrollo integral, involucrando, en la medida de lo posible y de forma realista, a las familias y a la administración.