¡Hola, colorás y coloraos!
Cuando nos preguntamos qué es patrimonio andaluz, probablemente os aparezcan, como veloces mensajeros, imágenes como la panorámica de la Alhambra, un plano aéreo de la Giralda, la talla de un Cristo en sufrimiento o la humilde, pero esmerada, caligrafía de las espadañas de nuestras iglesias. Sin duda, las andaluzas atesoramos un patrimonio tangible rico en ejemplos, incluso hay atrevidos que calificarán de tesoro el pan empapado del oro líquido, nuestro aceite, o habrá quien alabe la gastronomía en sus diversas formas. Habrá apasionados que señalen al flamenco como primer estandarte patrimonial de nuestra tierra, otros al paso de corneta y cirio de nuestros pasos y penitentes. Y, siendo honestos, ninguno de ellos habrá errado.
Sin embargo, la cultura sufre procesos de aceleración, integración y apropiación, a una velocidad cada vez mayor. La Feria de Abril en Sevilla, ejemplo de fiesta tradicional y local, se viene convirtiendo en los últimos años en un caso de gentrificación, siendo abordada por influencer de todo el mundo que aprovechan la tendencia para subir a sus redes que han estado aquí, que han vestido traje y corbata o vestido de gitana, que han ido a caballo, posando con vasos de manzanilla fría sobre suelos de madera, sucia de albero, y sentados en sillas de colores y enea.
La idea de patrimonio, no la olvidemos, es el conjunto de bienes materiales e inmateriales que nos han sido legados hasta llegar al presente y que deben ser guardados, atesorados y protegidos. Por tanto, cabe preguntarnos, no solo qué es patrimonio andaluz, si no qué podemos interpretar y catalogar para que se convierta en patrimonio del pueblo andaluz en el presente.
Frente a la celeridad de la apropiación cultural, que comentábamos con el ejemplo de la Feria, nos encontramos proyectos culturales que quieren parar este tipo de aceleración. A lo largo de las últimas décadas, se han fomentado desde las administraciones públicas y la voluntad privada, pero colectiva, nuevos procesos en pos de un concepto que nos parece clave para mencionar y relacionarlo con el patrimonio andaluz: la idea del lujo público.
Este término surge de estudios que conectan la calidad de vida con el uso y disfrute de estructuras públicas al alcance de cualquiera. Nos referimos al acceso a una biblioteca pública de barrio que esté bien surtida de libros y con buen fondo, que tenga presentaciones de libros, cuentacuentos y un personal bibliotecario inmejorable. También a un sistema sanitario de salud público, universal y gratuito. Además de la protección de lugares de interés mundial como pueden ser el Parque Nacional de Doñana.
No obstante, en nuestras ciudades y pueblos, incluso en los tramos que hay entre unos y otros, el espacio periurbano, o los espacios rurales y naturales, los y las andaluzas hemos ido implementando y apostando por otro ejemplo de lujo público que pasa desapercibido, al ser un elemento más de nuestros paisajes. Nos referimos al uso y fomento de parques, zonas y vías verdes para uso y disfrute común.
Desde una postura patrimonial, siguiendo el concepto de legado que ha de protegerse, las andaluzas tenemos una misión muy importante con aquello que es frágil. Deberíamos salvaguardar con el mismo ahínco los dorados retablos de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, así como las avenidas de jacarandas o el dulzor de la esencia del azahar en primavera. El concepto de lujo público ha de aplicarse con respecto a las zonas verdes de nuestra ciudad, pues al igual que los restauradores y conservadores pelean contra los años, insectos y mohos en los libros y cuadros que trabajan, así nosotras, las ciudadanas andaluzas, deberíamos mirar hacia nuestros árboles y ver en ellos algo más que un decorado, unas ramas o una sombra. Se trata de incluir en nuestra ética, el deber civil del cuidado de nuestras zonas verdes.
Hay temores, bien fundados, en la crisis climática que tenemos encima. La desertización entra por el Mediterráneo; las lluvias torrenciales se desatan en las archiconocidas DANA dejando un cauce de destrucción o bien pasamos por períodos intensos de sequía; el estrés hídrico de suelos como el de El Ejido o el entorno de Doñana no vuelven a niveles normales; la temperatura global crece con veranos de hasta casi cuatro meses.
Desde los trabajos patrimoniales desarrollados en Andalucía se ha de apostar por incluir el concepto de lujo público por dos razones: la protección de una cultura de agua y sombra que nos viene dada desde nuestra herencia con Al-Ándalus y la adopción de un nuevo concepto patrimonial que nos ayude contra el cambio climático o procesos aceleracionistas como la apropiación de lo que es nuestro.
Cuando yo me pregunto en qué consiste el patrimonio andaluz, me viene a la mente el último paseo que di por el parque Infanta Elena, en la zona de Sevilla Este; me acuerdo de la caminata bajo las agujas de su pinar, la llegada a la laguna freática que sirve de humedal para patos, ocas, cormoranes, gallinetas, una garza estacional, una colonia de conejos rápidos en esconderse como una centella e, incluso, varias tímidas tortugas leprosas. Pienso que, si un parque urbano o una vía verde no es patrimonio dentro de unos límites legales, deberíamos ampliar nuestra legislación para meter en su interior a la araucaria despeluchada y a los eucaliptos que veo cuando camino, o hacerle un hueco entre leyes a los campos de dientes de león que esconden y sustentan todo sonido que hace que no vivamos en una primavera silenciosa, ocultando los nidos de los pájaros.
Si relacionamos el concepto de lujo público con patrimonio andaluz, centrado en un fomento de nuestra naturaleza vernácula, se puede crear poco menos que un paraíso de nuestra tierra. Ampliar nuestras zonas y vías verdes, sustentar más espacios naturales y menos zonas ajardinadas, blindar dichos espacios públicos con leyes que las amparen como bienes protegidos, nos hará a los andaluces más ricos de formas mucho más saludables y cualitativas. Pues este tipo de proyectos no solo genera un impacto paisajístico y estético, si no también repercute en la salud emocional y corporal de las personas, contribuyendo a una imagen orgánica de las ciudades.
Debemos trabajar en los problemas, como el ejemplo de Doñana con los invernaderos y la mala gestión del parque y su entorno. Desde los estudios patrimoniales tenemos que colocar nuestra voluntad más allá de la salvaguarda, tenemos que ambicionar con expandir nuestro concepto de patrimonio y mezclarlo con el término de lujo público, en su vertiente verde, ecológica y climática, para que nuestro legado al futuro sea incluso mejor que el que nos ha llegado dado.
Bibliografía
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- Iñiguez, A. (2024, 27 de diciembre). Innovaciones en el espacio público: jardines, plazas y parques paisajísticos del 2024. https://www.archdaily.cl/cl/1024410/innovaciones-en-el-espacio-publico-jardines-plazas-y-parques-paisajisticos-del-2024