Andrea Martín Gálvez
Fue en el año 1923 cuando dos de las mentes más brillantes del siglo XX coincidieron en la Residencia de estudiantes de Madrid. Su relación fue mucho más allá de una mera colaboración artística, y es que estas dos excéntricas personalidades del mundo del arte vivieron un romance prohibido lleno de drama y erotismo.
Federico García Lorca y Salvador Dalí, de 25 y 19 años respectivamente, vivieron una historia de amor que pasó por diversas fases hasta el fusilamiento del poeta en el año 36. Esta historia tan novelesca que dio comienzo gracias a un Dalí chulesco que quiso conquistar al que consideraba «la única mente brillante de su generación», culminó con el corazón roto del poeta granadino, tal y como se relata en Querido Salvador, Querido Lorquito de Víctor Fernández; una obra en la que se recopilan las epístolas que intercambiaron ambos artistas durante sus años de relación. Cadaqués, pueblo costero de Cataluña fue testigo del amor que se profesaban ambos, y donde dieron más rienda suelta a sus sentimientos.
Este amor soportó numerosas idas y venidas. La época de esplendor del 27 fue un momento culmen para su relación. Las cartas se hacían más pasionales y eróticas, y el amor prohibido y secreto entre ambos artistas era digno de película. Sin embargo, poco después la relación se enfrió, con la marcha del poeta a Nueva York. A pesar de esto, retomaron el contacto tras el intento de timo de Dalí a los padres del Lorca, que motivó al poeta a escribir de nuevo a su amante.
No existe ninguna constancia de que llegasen a consumar su amor, de hecho se habla de esta relación como algo más bien platónico, una historia de amor imposible, debido a las circunstancias políticas por las que atravesaba España en plena mitad del siglo XX, y a pesar de que cada uno continuó con sus vidas de manera independiente y con parejas que se adecuaban a las expectativas del momento, un Dalí moribundo pronunció en su lecho de muerte «meu amic Lorca», recordando al que pudo ser, el amor de su vida.
