Hoy, 28 de Febrero de 2021, he decidido invitar a la reflexión con una pregunta que llevo haciéndome veinte años, ¿el andaluz es un sentimiento sólo perteneciente a los andaluces o Andalucía inspira un sentimiento particular que se expande más allá de los que nacen en ella?
Esta cuestión está en mi pensamiento desde que llegué a estos lares. Andalucía llegó a mi vida con corta edad, a los 6 años me instalé en Écija y, con el paso de los años, he ido moviéndome por la provincia de Sevilla de un pueblo a otro, de un barrio a otro y de un ambiente a otro. En cada lugar he conocido la esencia de cada sitio, los pueblos como Gines, Bormujos y/o Castilleja, tienen una simbología especial, están ahí para dar cobijo a los trabajadores cuando la ciudad descansa, así se les llama “pueblos dormitorio”. Por otro lado, en barrios como Los Remedios o Triana, he podido observar cómo las tradiciones más arraigadas de la ciudad como son la Semana Santa o la Feria de Abril, se viven con un espíritu iluminador y que acaba atrapando. Un domingo en Triana en primavera es cálido, cercano y amigo. Sin embargo, un Domingo de Ramos es un día especial, las calles se llenan de trajes de chaqueta, de festividad y de ilusión. No es un domingo cualquiera.
Lo mismo sucede durante una semana (ahora nueve días) en Los Remedios, las calles tan calmadas y rutinarias como Santa Fe, Virgen de África o Niebla, se llenan de flores y de trajes de flamenca, “ya está la feria” y hoy, el día del “pescaito”, hay que ir de punta en blanco para el real, allí esperan nuestros “compadres” en la caseta de la Hermandad. Eso es especial y único, la capacidad que tiene una temporada al año de cambiarte la vida, la sustitución de cerveza por rebujito o la ilusión de esperar un Lunes Santo a que pase San Gonzalo. No puedo dejar de mencionar un lugar tan particular como la Alameda de Hércules, aquel lugar que está en el centro pero no, está cerca pero no, ese lugar donde la vida no pasa desapercibida y, cualquier plan a cualquier hora del día, resulta único: “En la Alameda nos vemos”, y casi nunca te ves, pero sabes que tanto tú como el otro, se lo ha pasado bien.
Así es cómo es la vida en Sevilla con 26 años pero, sin embargo, la acogida no sólo se encuentra a esa edad, en un gran día como hoy, recuerdo el pan con azúcar que todos los niños esperábamos a la hora del recreo. He de decir: ¡Qué rico estaba! y cuánta solidaridad había ese día, nunca me sentí fuera de Andalucía, para todos era una más que tenía que ensayar el himno con la flauta dulce: ¡No era sencillo! pero era entusiasta y significativo.
Con el paso de los años he viajado por Andalucía, por sus lugares recónditos, por sus playas y montañas y he podido decir: ¡Qué a gusto se está aquí! Y es que este lugar te acoge, te acompaña y te muestra muchas cosas. Las gentes te enseñan su dominio del lenguaje como por ejemplo, la capacidad de afirmar con la negación triple “NO NI NA” o dar importancia a algo sin que lo parezca “No me enfado illo, pero me da coraje”: ¡es fantástico!
Yo no elegí nacer en Extremadura, es más, me siento orgullosa de haber nacido en un lugar tan bello y tan luchador, sin embargo, también me siento andaluza y es que, ser andaluz, bajo mi humilde opinión, tiene el encanto de no elegirlo, de sentirte especial aún no habiendo nacido en Andalucía. Ser andaluz es sentirte parte de algo mucho más grande que tú mismo, de saber que todo lo que te muestra es único y especial, esa es su grandeza, hacerte sentir agradecido porque la vida te haya hecho acabar aquí.

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