El rey Pedro I de Castilla y la ciudad de Sevilla

 

Hay personajes en la historia que marcan las ciudades de una manera u otra y Sevilla cuenta con el rey Pedro I , conocido como «El cruel», que estableció su corte durante bastantes años en la ciudad hispalense. Su persona e historia es violenta y cruel en todos los aspectos, pero en lo que concierne a la historia actual de Sevilla, ha dejado huellas que aún son visibles hoy en día, de las que podemos remarcar dos historias, la de María Coronel y la de la calle Cabeza del rey don Pedro y ambas quedaron plasmadas en las calles de Sevilla.

 

Hubo una mujer que según relatan, era preciosa y se trataba de la hija del Alguacil mayor de Sevilla. Se casó con Juan de la Cerda, descendiente de Fernando III, pero tanto Juan de la Cerda como su padre fueron decapitados por el rey Pedro I ya que se sublevaron contra él al ser nombrado nuevo rey, y esta mujer de la que hablamos es Doña María Coronel. Si quedar huérfana y viuda no fuese suficiente castigo, perdió todas las propiedades y riquezas que ostentaba su familia y adicionalmente, Pedro I caería locamente enamorado de ella y vivió una época en la que trató de secuestrarla para llevarla a su alcázar y el acoso era casi continuo, por lo que Doña María Coronel se refugió en el convento de Santa Clara. Un día, los sirvientes del rey entraron en el mismo convento buscándola, pero las monjas le avisaron y corrió hasta la torre de don Fadrique para esconderse, donde le echaron tierra por encima para que no lograran encontrarla, y se obró un milagro, por el cual crecieron en un momento arbustos de perejil que ocultaron completamente a doña María. Ante la decepción del rey, insistió en encontrarla y otro día regresó al convento para llevársela y allí la sorprendió. Doña María corrió por el interior del convento huyendo de Pedro pero quedó acorralada en la cocina y en la desesperación, decidió tirarse un caldero de aceite hirviendo en la cara para que quedase desfigurada, logrando que el rey Pedro I dejase de acosarla.

No fue hasta que Pedro I murió y llegó al trono Enrique II que recuperaría las riquezas de su familia y decidió crear en los terrenos de su padre el Convento de Santa Inés y se trasladaron allí las monjas que vivían en el convento de Santa Clara. Vivió en el mismo convento hasta que murió el 2 de diciembre de 1411 y fue enterrada en el coro del convento. La leyenda de la vida de Doña María Coronel se extendió a lo largo de los años, hasta que en el año 1626 se hicieron reformas en el convento y apareció su tumba, donde se encontraba su cuerpo aún incorrupto, por lo que desde entonces, cada 2 de diciembre se expone su cuerpo en conmemoración de su muerte, pudiéndolo encontrar en el Convento de  Santa Inés, en la calle Doña María Coronel.

 

 

Como hemos visto, Pedro I hizo honor a su sobrenombre de «el cruel», pero no es lo único por lo que se le conoce en Sevilla, y es que el rey Pedro I tenía una gran rivalidad con la familia de los Trastámara-Guzmán y especialmente, con uno de sus caballeros, el conde de Niebla, que pasaba el día difamando y hablando mal del rey Pedro I, lo que le causaba una grandísima impotencia ya que no lo podía matar porque podría causar una guerra civil. Una noche, se encontró en la oscuridad de una callejuela a dicho caballero y allí mismo lo mató, siendo testigo de ello una mujer que asomó un candilejo por la ventana para poder ver la escena. Al día siguiente, todo el mundo supo del asesinato del caballero y causó una gran indignación, por lo que se comenzó a buscar al culpable. Ante el caos creado, Pedro I aseguró que si aparecía el asesino, su cabeza sería expuesta en una hornacina en la calle en la que se cometió el crimen y se le otorgaría una recompensa a quien lo delatase. Mientras seguía la búsqueda del culpable, la mujer que presenció el asesinato se lo contó a su hijo, que inmediatamente fue a buscar al rey buscando justicia. Una vez cara a cara con el rey, le pidió que se quedasen a solas para poder revelarle el secreto, y él accedió a ello. Una vez a solas y ante las amenazas del rey que decían que si mentía sería encarcelado, el hijo de la mujer llevó al rey ante un espejo que había en la sala, y mirándose el rey en él le dijo «He aquí el culpable». El rey se sintió acusado y atemorizado ya que había sido descubierto, por lo que cumplió con su promesa y le dio la recompensa al hombre, pero no podía decir nada a nadie de lo sucedido. Más tarde, el rey dejó guardada en una caja de madera en una celda con fuertes rejas de hierro la cabeza del culpable del suceso con la condición de que no podía ser abierta hasta que él muriese.

En el año 1369 murió el rey Pedro I a manos de su hermano bastardo Enrique II, quien heredaría el trono y ordenó a Tello de Guzmán gobernador de Sevilla, y su primer mandato fue quitar las rejas que protegían la caja de madera para saber quién fue el asesino del conde de Niebla, y para sorpresa de todos, había un busto de piedra del mismísimo Pedro I y cumpliendo la ordenanza del rey, la mandó colocar en una hornacina en la calle del asesinato, que hoy en día llamamos «Cabeza del rey don Pedro». El busto se conserva aún y se puede ver fácilmente si paseamos por dicha calle, y además, la callejuela que desemboca en Cabeza del rey don Pedro se llama «Candilejo» ya que fue desde ahí donde la mujer vio el asesinato.

Hornacina en la calle Cabeza del rey don Pedro

 

BIBLIOGRAFÍA