Cursos de Verano

Las intervenciones asistidas con caballos se aplican ya a casos de depresión y violencia de género

La profesora Rosa María Díaz defiende que la hipoterapia sirve para mejorar la calidad de vida en general y que el caballo puede ser una herramienta para la inclusión y la dinamización social

Rosa María Díaz
Rosa María Díaz

Es frecuente ver reportajes sobre terapias ecuestres aplicadas a personas con síndrome de Down, autismo o parálisis cerebral. Sin embargo, las intervenciones asistidas con caballos no se reducen a enfermedades o patologías físicas, sino que se aplican ya con éxito en el tratamiento de otros casos, tales como la depresión o la violencia de género. Así lo pone de manifiesto Rosa María Díaz, profesora del Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad Pablo de Olavide y decana de la Facultad de Ciencias Sociales.

La profesora de la UPO ha realizado estas declaraciones en el ámbito del curso “Terapias ecuestres e intervenciones asistidas con caballos: avanzando”, que se imparte dentro de la programación de la XIII edición de los cursos de verano que la Universidad Pablo de Olavide celebra cada año en su sede de Carmona y que coordina Sandra de Soto Galván, directora de la Fundación para el Desarrollo de las Terapias Ecuestres (Fundete).

Díaz, que ha pronunciado la conferencia “El punto de partida: la formación en terapias ecuestres e intervenciones asistidas con caballos”, ha señalado que al margen de los “paradigmas terapéuticos tradicionales”, en la actualidad se está abriendo el espectro de la utilización del caballo “para la mejora de la escoliosis o problemas de suelo pélvico”, destacando el auge de tratamientos “para situaciones de depresión y trastornos de conducta”, aspectos que poco tienen que ver con las patologías médicas tradicionales.

En este sentido, la experta destaca la aplicación de la hipoterapia con víctimas de la violencia filioparental, donde los programas de intervención son “integrales” y se trabaja con ambas partes del conflicto: hijos y padres. Asimismo, de un tiempo a esta parte se emplea también el caballo en los casos de violencia de género “para la mejora de las condiciones personales de mujeres víctimas de violencia de género con y sin discapacidad”. Yendo un paso más allá, Díaz señala que “se están vinculando intervención con caballos con procesos de mejora de la participación de las mujeres en su entorno social, incluso económico”.

Continuando con el aspecto más social de las terapias ecuestres e intervenciones asistidas con caballos, la profesora señala el trabajo que se realiza con menores en riesgo de exclusión social, con la implicación incluso de “muchos centros de menores que lo están aplicando”, y que está demostrando la capacidad de este animal “para orientar de alguna manera la vida de estas personas”, ya que niños y jóvenes encuentran una “motivación en su desarrollo, aumento de la autoestima e instrumentos para superar los problemas emocionales”. Además, la hipoterapia se aplica también “con personas mayores en todo lo que tiene que ver con el manejo, no la monta”.

De esta manera, ilustra cómo la orientación de las terapias ecuestres ha pasado de una “misión terapéutica”, es decir, a “recuperar y restaurar funciones que las personas no podían desempeñar por algún tipo de circunstancia patológica o de discapacidad” a una concepción más amplia de la intervención asistida con caballos, “orientándola no solamente a lo terapéutico sino también a ámbitos educativos y sociales”. Se trata, en definitiva, de que “influya en la calidad de vida de las personas y utilizar el caballo como herramienta de inclusión social, de dinamización comunitaria y de desarrollar habilidades sociales”.

Sobre las características que deben reunir los caballos que se emplean en estas tareas, Rosa María Díaz explica que éstos reciben un programa de adiestramiento específico a cargo de profesionales en centros de Alemania o Inglaterra. Lo común es utilizar animales ya mayores “que han demostrado su docilidad y su pertinencia a lo largo de los años”. Precisamente, este asunto ha sido objeto de estudio por parte de algunos alumnos del máster de Terapias Ecuestres de la Universidad Pablo de Olavide, que suma ya siete ediciones.

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