Cursos de Verano

“Los recursos para la evaluación y el diagnóstico del autismo deben mejorar”

El psicólogo Daniel López Moreno, que participa en un curso sobre trastornos del espectro del autismo, asegura que la identificación temprana de los niños con un posible autismo es importante para prestar apoyo a las familias

Daniel López
Daniel López

El autismo o Trastorno del Espectro del Autismo (TEA), no es una enfermedad. Es un trastorno del neurodesarrollo, de origen neurobiológico, que afecta a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral, dando lugar a dificultades en dos áreas principalmente: la comunicación e interacción social y la flexibilidad del pensamiento y de la conducta. Así lo explica Daniel López Moreno, psicólogo y orientador del Colegio de Educación Especial Ángel Rivière, que participa en el curso ‘Actualización en los trastornos del espectro del autismo (TEA)’, que ha comenzado hoy en la sede Olavide en Carmona, en el marco de la XX edición de los cursos de verano.

Con respecto a las manifestaciones clínicas del TEA, Daniel López expone que varían mucho entre las personas que lo presentan, tanto en gravedad como en singularidad, dependiendo de aspectos como su funcionamiento intelectual y sus habilidades lingüísticas, es decir, la capacidad de desarrollar o no el lenguaje verbal. En cuanto a la comunicación e interacción social, pueden existir dificultades de comunicación, tanto a nivel de comprensión como de expresión, así como dificultades para relacionarse con los demás, comprender el entorno y desenvolverse en determinadas situaciones sociales.

“Asimismo, en cuanto a la flexibilidad, las personas con autismo pueden tener dificultades para responder de manera flexible y variada a las demandas de los diferentes contextos y ajustar su forma de pensar y de comportarse. Por ello, adaptarse a los cambios o a situaciones imprevistas puede suponerles un gran esfuerzo y generarles malestar, angustia o ansiedad”, señala el psicólogo.

En relación a los datos de prevalencia del autismo y según explica Daniel, “incluso tomando la estimación más conservadora, se acepta en la actualidad que la prevalencia del autismo es, de al menos, el 1 por ciento. Para poner esta cifra en perspectiva, esto significa que casi 20.000 personas de la provincia de Sevilla tienen autismo, según la población de 2019”.

Sin embargo, “los recursos públicos para la evaluación y el diagnóstico deben mejorar, ya que los niños tardan una media de un año y medio –en el mejor de los casos- en recibir un diagnóstico adecuado, teniendo en cuenta lo importante que es la intervención temprana en este tipo de trastornos”, asegura el orientador. Además, revela que la mayoría de los diagnósticos se llevan a cabo desde el ámbito privado y no desde los servicios públicos, debido a la complejidad, formación y especialización que requiere. “Una vez obtenido el diagnóstico, la intervención temprana, fundamental para la rápida y buena evolución del niño, se realiza de manera delegada a entidades no siempre especializadas, y no hay servicios públicos suficientes que cubran las necesidades de estas familias”, puntualiza.

Además, es habitual que un diagnóstico de autismo afecte negativamente a la situación económica familiar, debido al alto coste económico y de organización familiar que supone poder ofrecer las mismas oportunidades y experiencias a sus hijos. La etapa educativa suele parecer un periodo más ajustado de recursos, “pero son muchas las necesidades que pueden no satisfacerse, como contar con los recursos adecuados a cada alumno con autismo en el centro educativo que le corresponde”, en opinión de este especialista.

Por todo ello, es muy importante la identificación temprana de los niños con un posible autismo para prestar apoyo a las familias y facilitar el acceso a una educación y un tratamiento adecuados. En este sentido, “el impacto a la convivencia familiar está ampliamente documentado y un gran número de familias necesitará apoyo para su familiar con autismo por parte de los servicios de salud mental, pediátricos, educativos para niños y adolescentes o de especialistas de psiquiatría”, explica. La naturaleza, intensidad y extensión de este apoyo será diferente para cada individuo, y variará según la edad y la capacidad, así como por el entorno físico, emocional y social en el que viven. Esto supone un coste emocional, físico y hasta económico, muy intenso para las familias.

Para mejorar la calidad de vida de una persona con autismo, Daniel López cree fundamental que, entre otras, cuente con estrategias o herramientas para poder comunicarse: “Tenemos que asegurarnos de que, al menos, sea capaz de pedir ayuda o comunicar sus necesidades de manera que las personas del entorno las comprendan, o bien para desenvolverse en contextos normativos típicos de su edad o su entorno”. Además, también considera esencial que disponga de oportunidades para disfrutar de experiencia de participación activa en la comunidad donde establecer relaciones significativas, “así como realizar actividades con iguales y poder disfrutar de las mismas experiencias que tienen las personas de su edad e intereses”, finaliza.

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