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Cómo conseguir que los adolescentes se comprometan con sus estudios y no abandonen

estudiante de secundaria frustrado por sus estudios
Imagen: Shutterstock / Rido

Rosa María Díaz Jiménez, Universidad Pablo de Olavide

El abandono escolar ha sido un asunto frecuente en las agendas de la política educativa internacional y, en tiempos de pandemia, una amenaza, con 24 millones de estudiantes en riesgo según la UNESCO.

Sin embargo, solo uno de cada cinco países demostraba un compromiso con la equidad en la educación “precovid” a través de sus mecanismos de financiación, y hay pocos indicios de que haya aumentado la preocupación al respecto en el camino “postcovid”.

Ante esta catástrofe generacional cualquier persona podría aventurar los motivos por los que el alumnado abandona sus estudios, pero ¿podríamos apuntar las razones por las que permanecen en la escuela?

El abandono escolar no es repentino, sino la etapa final de un proceso de pérdida de compromiso con los estudios. Situar la mirada en lo que compromete a permanecer en la escuela en lugar de fijarse en lo que expulsa, supone cambiar de gafas y focalizar otra manera de hacer que supone permitir al profesorado interactuar directamente con el alumnado y sus familias ofreciendo oportunidades más cercanas e integrales.

El compromiso escolar es un facilitador activo de la participación del y la estudiante con la escuela y su proceso de aprendizaje. Puede predecir los factores del éxito educativo como el rendimiento, la asistencia y la promoción en niveles y ciclos educativos, así como del grado de implicación del alumnado con su escuela y su tarea educativa.

El éxito de la permanencia en la escuela

El compromiso escolar se entiende a través de varias dimensiones que son las que explican que el alumnado permanezca con éxito en la escuela: la afectiva, la conductual, la cognitiva y la agéntica.

El alumnado comprometido afectivamente se muestra vinculado y con buena disposición hacia el trabajo, se siente parte de la comunidad educativa, el centro es significativo en su vida y le proporciona herramientas para obtener logros fuera del contexto escolar.

El compromiso conductual conlleva la participación del alumnado y la sujeción a las normas de convivencia.

El compromiso cognitivo se refiere a la conciencia y voluntad de realizar el esfuerzo necesario para la comprensión y el dominio de conceptos y habilidades complejas con estrategias de autorregulación.

La dimensión agéntica implica la capacidad para ponerse metas y fijarse un plan para alcanzarlas y está estrechamente relacionada con el entorno escolar, que debe crear un ambiente cálido y acogedor y que valore las aportaciones del alumnado.

Herramientas de medida

Estudios recientes muestran el desarrollo de modelos de compromiso escolar en Europa y Latinoamérica que inciden en la necesidad de poder medir el nivel de compromiso para hacer tangible el concepto y, por tanto, aplicable a la mejora de las políticas educativas.

En el trabajo de investigación Plataforma Online de Evaluación de Compromiso Escolar, Versión 2.0: Desde la Experiencia Chilena al Uso en Países de Iberoamérica se describe el desarrollo de la versión 2.0 de una plataforma tecnológica de evaluación del compromiso escolar utilizada en Chile, Colombia, Perú, Uruguay y España. Con ella se puede medir el compromiso escolar y los factores contextuales, se generan informes de resultados por estudiante, clase o centro y diversos recursos educativos.

Esta herramienta permite acompañar las trayectorias educativas, anticipar reacciones y, por tanto, diseñar apoyos para retener al alumnado en el itinerario adecuado.

El contenido de la plataforma se basa en un cuestionario validado por 1 578 estudiantes de entre 12 y 19 años en institutos de secundaria de esos países.

Seis pasos para generar compromiso

En Chile se ha desarrollado un sistema para generar compromiso escolar como parte de los procedimientos y estrategias de acompañamiento para estudiantes de secundaria. Este modelo se desarrolla en seis pasos o fases que pueden ser adaptadas por los centros por su versatilidad y que constituyen un buen ejemplo de cómo se puede generar compromiso escolar.

  1. Una primera fase es la creación de un espacio participativo para el compromiso escolar en donde deben estar representados todos los actores y donde se pueda planificar y acompañar el plan de compromiso del centro.
  2. La segunda fase implica medir el compromiso escolar con el apoyo de una plataforma online en donde se muestrea al alumnado en las dimensiones afectiva, cognitiva, conductual, el apoyo de la familia, el apoyo del profesorado y el apoyo de iguales.
  3. En tercer lugar se procede al análisis y revisión de la información por estudiante, clase y centro.
  4. La cuarta fase implica la selección y estrategias de promoción de compromiso, contando el sistema con una caja de herramientas que facilita la toma de decisiones.
  5. El quinto paso se refiere al seguimiento, con el apoyo de fichas interactivas.
  6. La última fase se centra en la evaluación y ajuste del sistema en el centro.

El sistema se completa con una serie de recursos para la formación, instrumentos de medición y fichas de seguimiento y evaluación. Incluye un buscador de estrategias de compromiso escolar y un sistema de descarga de resultados, que facilita al docente o a la dirección del centro obtener la información de forma automatizada, sencilla y descriptiva.

Un sistema educativo que pretenda cumplir con su misión debe “cambiar de gafas”, dejar de fijarse en lo que fracasa y centrar la mirada en lo que genera compromiso en todos los actores que conforman las comunidades educativas.

Debemos proyectar energías sobre actuaciones que favorezcan los itinerarios educativos y no solo sobre los obstáculos o barreras que los interrumpen; se trata de transitar desde los déficits a las oportunidades, de trayectorias negativas a trayectorias positivas.

Este cambio conlleva implicaciones a varios niveles. Por una parte tiene que ver con decisiones en política educativa que promuevan la institucionalización de este tipo de enfoques. Por otra, con la promoción de los recursos humanos del sistema educativo, docentes motivados, con herramientas y dotación adecuada de recursos.

Igualmente se necesitan estructuras educativas flexibles, inclusivas, horizontales y adecuadas a la gestión de la incertidumbre que nos ha traído la pandemia y que ha impuesto una digitalización acelerada de los procesos no siempre en condiciones de igualdad. Finalmente, supone llegar a la sociedad mediante la complicidad de las familias y de la ciudadanía en la labor educativa.

Rosa María Díaz Jiménez, Profesora Titular de Trabajo Social y Servicios Sociales, Universidad Pablo de Olavide

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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13 Diciembre – 9:00h