The Conversation

Por qué el desgaste laboral en la universidad afecta sobre todo a los docentes más jóvenes

joven docente con muestras de cansancio durante su trabajo

David Cobos Sanchiz, Universidad Pablo de Olavide

Jornadas extensas, falta de descanso, carga afectiva y emocional, riesgo ante violencia interpersonal, déficit de control sobre el trabajo por falta de recursos materiales, inseguridad, e inestabilidad laboral: esta lista describe algunas de las dificultades a las que se enfrentan los docentes universitarios cada día.

Aunque la propia carga docente ya puede ser motivo de estrés, el aumento de la participación en tareas administrativas y el nivel de presión que existe sobre la producción científica del profesor–investigador son los dos factores de desgaste laboral más citados entre los profesores y profesoras universitarios. En concreto, sobre este último tema muchos mencionan una búsqueda casi “frenética” para aumentar la producción que desemboca en cansancio, estrés y, a menudo, frustración.

Obviamente, no son los únicos: el estrés laboral es un problema que forma parte de la vida diaria de una gran parte de la población mundial. En las últimas décadas, el número de casos sigue creciendo hasta el punto de que ha empezado a ser considerado como un problema de salud pública.

Cualquier empleado que trabaje de cara al público o, simplemente, con otras personas puede llegar a experimentar el síndrome de desgaste profesional, desde profesores a trabajadores sociales, pasando por funcionarios de prisiones o personal de ventas.

Impacto psicológico, mental y económico

Las numerosas modificaciones técnicas y organizativas en el ámbito laboral de los últimos años, junto a los cambios sociodemográficos y políticos, incluyendo la globalización, están ocasionando la aparición de nuevos riesgos psicosociales.

Además de afectar a su salud mental y física, el estrés tiene un enorme impacto socioeconómico para los empleadores y los propios Estados. Concretamente, el burnout o desgaste profesional es resultado del estrés ocupacional crónico, catalogado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un riesgo laboral en 2019.

Profesión de riesgo

La profesión docente y el contexto en que se desempeña reúnen una serie de condiciones que la convierten en una profesión de riesgo, hasta el punto que la propia Organización Internacional del Trabajo la consideró ya en 1981 como una profesión de riesgo físico y mental.

La docencia constituye, sin duda, una profesión compleja y muy saturada de responsabilidades. Su labor es generalmente reconocida socialmente, aunque el sector carece frecuentemente de la debida atención en materia de salud laboral y prevención de riesgos, y muchas veces se desempeña con condiciones de trabajo muy mejorables.

De hecho, el profesorado es uno de los sectores con más padecimientos de estrés y otros –como disfonía, insomnio, gastritis o ansiedad–, producidos en gran parte por la realidad laboral y socioeconómica con la que convive. Todo ello tiene además una influencia directa en la calidad de la educación, como ha hecho ver la propia OCDE.

Profesores y profesoras constituyen un colectivo cuyas condiciones laborales se estudian en particular, aunque la investigación sobre estrés laboral en el sector educativo se ha centrado principalmente en educación primaria y secundaria.

Sin embargo, el ambiente académico universitario se está considerando también, y cada vez más, como un lugar que genera estrés al profesorado por factores psicosociales y organizativos. En los últimos años este tema se ha convertido en un frente de investigación multidisciplinar de plena actualidad.

Un estudio de caso

En la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla desarrollamos recientemente un estudio de caso sobre el agotamiento en los docentes universitarios. El objetivo del trabajo era investigar la relación entre el nivel de exigencia del trabajo del profesorado universitario y su salud física y mental.

La muestra total fue de 212 docentes, con una edad media de 46.6 años y 15.2 años de experiencia profesional. Nuestra hipótesis de partida era que la relación entre el desgaste profesional y la intensidad del contacto con los usuarios (en este caso los estudiantes), factor clave en el desarrollo original del concepto de desgaste, no es determinante en el caso del profesorado universitario.

Es decir que, si bien un significativo número de profesores y profesoras va a declarar sentirse agotado, no lo es por las demandas profesionales del contacto directo con los usuarios como ocurre en otras profesiones sociales, sino fundamentalmente por cuestiones de índole organizativo.

La experiencia laboral como factor de protección

Efectivamente los resultados así lo demuestran: el profesorado universitario está, en líneas generales, satisfecho con su trabajo y su relación con el estudiantado pero, al mismo tiempo, en un número importante de casos declara sentirse emocionalmente quemado. En la franja de edad de entre 36 a 55 años se produce una mayor intensidad de demanda sobre el profesorado y, en consecuencia, se refieren más problemas de agotamiento.

Estos resultados son, en gran medida, concordantes con numerosos estudios recientes, como los de Bedoya (2017), Rodríguez (2018) o Keser (2019), que coinciden en que en este sector profesional el agotamiento emocional se relaciona con la antigüedad laboral, de manera que quienes tienen mayor experiencia se agotan menos.

Según estos trabajos, los docentes de más de 50 años evidenciarían una mayor realización personal respecto de otros grupos de edad; en cambio, los niveles de agotamiento son más elevados en los profesores y profesoras jóvenes.

Es probable, aunque son necesarios más estudios en esta línea, que estos resultados tengan que ver con la precariedad contractual propia de las etapas iniciales de la carrera profesional.

Se concluye así que la experiencia laboral parece mostrarse como un factor de protección frente al desgaste profesional, lo que sugiere la importancia de que las universidades intervengan de manera preventiva fundamentalmente con el profesorado novel.

David Cobos Sanchiz, Profesor Titular Dpto. Educación y Psicología Social, Universidad Pablo de Olavide

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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