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El derecho internacional y el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental por parte de Trump

banderas de EEUU y de Marruecos pintadas en un muro
Imagen: Shutterstock / REDMASON

María López Belloso, Universidad de Deusto

En el día internacional de los Derechos Humanos, el presidente estadounidense Donald Trump ha sacudido el panorama internacional con el anuncio del reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el territorio del Sahara Occidental, en clara violación del derecho de autodeterminación saharaui.

Este anuncio llega después de que hace casi un mes Marruecos rompiera el alto el fuego que imperaba en la zona desde 1991 con su incursión militar en la franja de El Guerguerat, incumpliendo las disposiciones del Acuerdo militar nº1 firmado entre ambas partes y la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO) en 1997.

Desde ese momento, Marruecos ha hecho serios esfuerzos por tratar de silenciar los enfrentamientos militares en el muro, y las olas de arrestos, detenciones y hostigamientos que se han venido produciendo en los territorios ocupados por parte de las fuerzas armadas marroquíes. Este anuncio por parte de un presidente, Trump, saliente constituye un golpe de efecto en esta guerra mediática que sin duda supone un duro golpe a la parte saharaui, pero sobre todo, al Derecho Internacional y a la tradición iusinternacionalista de EE.UU.

Los Altos del Golán y el Sahara Occidental

Sin embargo, no es la primera vez que el presidente Donald Trump sorprende con un anuncio como este en un contexto similar. En marzo de 2019, Trump anunció el reconocimiento de la soberanía israelí sobre los Altos del Golan, que el Estado israelí se anexionó en 1981, y que tampoco está amparada por el derecho internacional, ni el resto de países de la comunidad internacional. En palabras de Stefan Talmon, este anuncio del presidente estadounidense supuso no sólo el “rechazo de más de 100 años de trayectoria del derecho internacional” sino también la contribución histórica de EE.UU. y de sus presidentes a la legalidad internacional. Efectivamente, desde 1978 Marruecos mantenía una postura constante que defendía la ilegalidad de la ocupación israelí del Golan, y de los asentamientos en Cisjordania.

Más allá de las repercusiones geopolíticas de este anuncio, y de la consolidación de la alianza de Netanyahu y Trump, este reconocimiento fue rechazado por la comunidad internacional y por el propio Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Efectivamente, el anuncio de Trump fue duramente criticado, no sólo por Siria, cuya integridad territorial se veía afectada por este anuncio, sino que también grandes potencias como China, Rusia o los países árabes manifestaron su disconformidad con el anuncio del presidente estadounidense. Este rechazo se trasladó también al Consejo de Seguridad, donde todos sus miembros, excepto EEUU, condenaron “duramente la acción y advirtieron que pone en riesgo la estabilidad regional y socava el orden internacional basado en normas”.

Con el reconocimiento de la anexión israelí del territorio, el presidente norteamericano contravenía lo establecido en el derecho internacional y en las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (Res 242 de 1967, Res 338 de 1973 y Res 497 de 1981) pero, sin embargo, de acuerdo con las declaraciones del Secretario General Antonio Guterres, no consiguió que el status del territorio variara ante los ojos del derecho internacional.

Al igual que el anuncio sobre los Altos del Golán buscaba un impacto global sobre el conflicto Israel-palestino, el anuncio de Trump reconociendo la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental, más allá del efecto real de un presidente saliente en menos de tres semanas, busca desnivelar la balanza política en el conflicto saharaui.

Como describe la propia Biblioteca del Congreso, este tipo de declaraciones tienen un “carácter ceremonial” y carecen de efecto legal inmediato.

De manera similar al anuncio de 2019, las declaraciones de Trump de 2020 no se sostienen desde el punto de vista de la legalidad internacional, a la luz de la cual el estatus del territorio como no autónomo pendiente de descolonización es claro.

Del mismo modo, también estas declaraciones han supuesto una oleada de reacciones por parte de distintos actores internacionales, recordando la naturaleza internacional del conflicto, e incluso en el seno del propio partido republicano.

Concretamente, la Ministra de Asuntos Exteriores española, Arancha González Laya, a quien casualmente este anuncio le ha coincidido con su visita a Israel y Palestina, ha llamado al “respeto de las resoluciones de Naciones Unidas” en la resolución del conflicto saharaui.

Sin embargo, al igual que en el caso de la soberanía israelí sobre el Golán, está por ver que este anuncio tenga un impacto sobre el conflicto, y sobre el estatus del territorio, como afirma Rana Jawad.

Además, no cabe duda de que este acuerdo tendrá consecuencias para Marruecos. En un artículo sobre esta cuestión a principios de año, cuando ya se rumoreaba esta posibilidad, algunos medios marroquíes cuestionaban su veracidad por las innegables consecuencias que acarrearía para el estado alauí. Así, Samir Benis, en su artículo para Morocco World News afirmaba que Marruecos se “pondría al nivel de Israel” y daría argumentos al Frente Polisario para asimilar ambos conflictos. Por tanto, lo que evidencia este anuncio es que la presión que la vuelta a la guerra supone para Marruecos no es tan insignificante como quiere hacer parecer, cuando está dispuesto a asumir consecuencias tan relevantes en el ámbito regional e internacional.

Palestina y el Sahara Occidental, diferencias y similitudes

Lo que pone de manifiesto este anuncio, no cabe duda, es la estrecha relación entre los conflictos palestino e israelí, a pesar de que tradicionalmente los palestinos no se han solidarizado con la población saharaui. Sin duda, esta falta de colaboración entre dos actores que comparten tantos elementos (ocupación del territorio, población refugiada, conflicto prolongado y ambigüedad de la comunidad internacional) ha estado marcada por el estatus de Marruecos entre los países árabes.

En el conflicto saharaui los países árabes han mantenido una postura alineada con el respaldo a las tesis marroquíes que ha sido seguida también por los actores palestinos, ignorando las similitudes entre ambos casos.

Sin embargo, como señalaba Rana B. Khoury ya en 2011, “a pesar de las diferencias contextuales e históricas”, la historia reciente de ambos territorios ha estado “llena de conflictos y derramamiento de sangre”, y en ambos casos “los saharauis y los palestinos continúan viéndose disuadidos de lograr la autodeterminación, una realidad que continúa problematizando la base del orden actual”.

Del mismo modo, en los dos conflictos, la claridad del derecho internacional se ve afectada por los intereses políticos y económicos que subyacen a declaraciones como las realizadas por Donald Trump en ambos casos. Estos intereses han llevado a pensar que las injerencias externas podrían “palestinizar” el conflicto saharaui, tratando de dividir a la población y de mermar el apoyo de ésta al Frente Polisario.

No obstante, el escaso respaldo de movimientos como Khat Chahid o “Iniciativa Saharaui por el Cambio”, y la reciente creación de ISACOM con fundamentos alineados con la postura defendida por el Frente Polisario, han puesto de manifiesto que hasta la fecha, esta estrategia no ha surtido efecto.

Por otro lado, como señalaba Randa Farah, la estrategia de prolongación del conflicto en aras de la desmotivación y hastío de la población no ha resultado exitosa en ninguno de los dos casos, y en ambos contextos la identidad de las generaciones en el exilio o en el refugio con la causa, sigue siendo generalizada.

Igualmente, tanto el Frente Polisario como la ANP son conscientes de que tienen que seguir buscando vías para mantener el conflicto activo en el derecho internacional, y ambas partes han conseguido éxitos muy importantes, como las sentencias de tribunales europeos respecto a los recursos naturales saharauis, la aceptación de Palestina en organizaciones internacionales como la UNESCO o el TPI, y, retrotrayéndonos un poco más, las dos opiniones consultivas del Tribunal Internacional de Justicia sobre el Sahara Occidental en 1975 y sobre Palestina en 2004.

Este nuevo movimiento de la presidencia norteamericana, y esta nueva analogía entre ambos casos, debería traducirse en una mayor alineación de las estrategias políticas y legales de ambas poblaciones de forma que ambos puedan conseguir la aplicación del derecho internacional en ambos contextos.

Un movimiento más en la partida

Por tanto, para entender las implicaciones globales del anuncio realizado por Trump, es necesario analizar la situación desde una perspectiva más amplia y tratar de dilucidar la situación real de los actores en “la partida”.

En la semana previa a esta declaración, la batalla se ha jugado en el tablero africano, donde la UA ha apostado por respaldar los esfuerzos de la ONU para solucionar el conflicto saharaui.

Está por determinar aún, cuál va a ser la postura de otros actores relevantes, como la UE, y si, tal y como hicieron con el anuncio de Trump en 2019 los países europeos se mantienen fieles a la legalidad internacional, o si, por el contrario, los intereses del principal aliado marroquí, Francia, inclinarán la balanza del lado de la ilegalidad internacional.The Conversation

María López Belloso, Investigadora asociada del proyecto GEARING ROLES (H2020), Universidad de Deusto

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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11 Noviembre – 15:45h

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