En los últimos años, la importancia de la salud mental está adquiriendo una relevancia muy necesaria en todos los ámbitos sociales. En las escuelas, los problemas de conductas son cada vez mayores y se están realizando diversos estudios que demuestran cómo este virus ha tenido efectos en la salud mental de las personas más vulnerables, incluyendo a la población infantil y juvenil.
“Y es que el miedo, la ausencia de contacto físico, el distanciamiento social, el aislamiento o el confinamiento han funcionado como un disparador que ha potenciado o facilitado trastornos o dificultades emocionales”, según explica Sara Gómez Mateos, coordinadora del curso ‘Trastornos de conducta en el aula. Propuesta de intervención desde enfoques psicológicos y educativos de tercera generación’, que dirige Alma Serra González, presidenta de la Asociación Española de Educación Emocional, en el marco de la XX edición de los cursos de verano de Olavide en Carmona.
Según explica Sara, existen datos de abril de 2022 que indican que los diagnósticos relacionados con trastornos mentales en urgencias pediátricas aumentaron con respecto a antes de la pandemia un 10%, siendo los diagnósticos que más se incrementaron los de intoxicación no accidental por fármacos (122%); suicidio/ intento de suicido/ ideación autolítica (56%); trastornos del comportamiento alimentario (40%); depresión (19%) y crisis de agresividad (10%). “Asimismo, los trastornos de ansiedad y depresivos se han cuadruplicado, del 1.1% al 4%, así como los trastornos de conducta, del 2.5 al 7%. Son cifras muy preocupantes”, puntualiza la también psicoterapeuta humanista.
Son numerosos los problemas que pueden estar sufriendo niños y jóvenes. “Sin embargo, en muchas ocasiones cuando apreciamos un comportamiento conflictivo o disruptivo, se suele mirar sólo esa conducta, pero en menos ocasiones se mira qué hay detrás de esa conducta, qué es lo que ocasiona ese comportamiento. Es importante analizar qué hay detrás de la conducta conflictiva del propio niño para evitar las etiquetas que tanto estigmatizan y dañan, del tipo “es un problemático, es malo” y que, al final, definen a la persona en lugar de su comportamiento”, en opinión de la psicóloga.
En esta línea, Sara Gómez explica que no se trata de validar el comportamiento disruptivo, sino de la emoción que origina ese comportamiento: “A nosotras nos gusta ejemplificar esto con la imagen del iceberg. La punta del iceberg, lo que se ve, es ese comportamiento conflictivo, pero lo más grande está justo debajo de la punta y, aunque no se ve, está ahí, y son todas esas cuestiones que pueden ser el origen de ese comportamiento y que es lo que debemos trabajar, como duelos no elaborados, separaciones, pérdidas, dificultades en el neurodesarrollo, problemas de apego o traumas”.
Para el diagnóstico de los problemas de conducta, el papel del profesorado y los orientadores es fundamental “porque son los que están en primera línea del trabajo y tratan diariamente con los chicos y las chicas, ya que muchos de los problemas de conducta se pueden manifestar en el centro educativo, pero no en casa. Por ello, es esencial que estos profesionales tengan una mirada abierta y comprendan cómo se manifiestan los traumas, los problemas de apego, los duelos, las dificultades en el neurodesarrollo, etc.”, asegura la coordinadora del curso. Según señala, no se trata de que el profesorado realice intervenciones psicológicas, sino que tengan nociones suficientes de la problemática para poder valorar la derivación a un profesional de la Psicología y, además, herramientas para poder acompañar al alumnado en los procesos.
Otro de los aspectos clave es el papel que desempeñan los padres en el caso de alumnos que presentan esta problemática. “Ser padres no es nada fácil y ejercer de padres en una sociedad compleja como la nuestra, menos aún, donde la conciliación familiar es, en muchas ocasiones, una quimera. Las familias viven realidades muy complejas y diferentes, pero estoy convencida de que los padres y las madres lo hacen siempre lo mejor que pueden, sólo que muchas veces ellos mismos carecen de recursos y herramientas para hacer frente a algunas situaciones complicada”, advierte Sara Gómez.
Sin embargo, reconoce que hay padres y madres que acuden a consulta preocupados por algunos comportamientos de sus hijos y que están abiertos a la intervención familiar de manera sistémica puesto que, en muchas ocasiones, el comportamiento del hijo es un síntoma de que algo no funciona a nivel familiar. “Esto es realmente motivador, porque aquí es donde se puede hacer un trabajo precioso y, sobre todo, efectivo. Por tanto, aunque seguro que algunos padres sí que delegan en el sistema educativo demasiadas funciones, algunas incluso que no le corresponden, sería imprescindible poder trabajar con ellos, puesto que hay un gran número de padres que cada vez están más comprometidos con el apoyo al desarrollo de sus hijos, y que acuden a terapia”, finaliza.