Del laboratorio al mercado (6): Estancias de investigadores en empresas
Por: Amalio A. Rey
Continuamos con nuestro seriado “del laboratorio al mercado” que ya va por el sexto post, para explicar las distintas modalidades de transferencia de tecnología y de conocimiento que existen entre el mundo científico-académico y el tejido empresarial.
Hoy toca hablar de movilidad. Coincido plenamente con aquellos que afirman que la movilidad de profesionales entre dos mundos tan dispares como el del laboratorio público y el de la empresa, es el caldo de cultivo más eficaz para encender la chispa de la cooperación, y la transferencia de tecnología.
El contacto personal, así como la información y la experiencia adquirida trabajando codo a codo en el territorio de “la otra parte” hace más fácil identificar puntos convergentes y que surjan, en ese momento o después, las buenas oportunidades de colaboración.
Los intercambios pueden, y han de ser, en las dos direcciones. Profesores e investigadores pueden trabajar durante determinado período en una empresa, y técnicos o científicos de ésta pasar estancias en laboratorios universitarios.
Además del personal propio de los centros de investigación, otras formas de estimular la movilidad es propiciando el desarrollo de proyectos de fin de carrera y tesis doctorales de becarios o titulados universitarios en empresas. Esta, sin dudas, es una práctica bastante más común que la que vengo explicando.
En algunas áreas donde hay escasez crónica de personal, los grupos universitarios pueden suscribir acuerdos permanentes con empresas para financiar proyectos de fin de carrera con estudiantes que después se integren a las mismas, ya preparados para manejar tecnologías previamente identificadas como deficitarias por dichas empresas.
Debo admitir que en muchos casos lo que buscan las empresas en el mundo académico no son soluciones tecnológicas, sino personas brillantes para captar, de ahí que un servicio de formación especializada de estudiantes de último año de carrera puede ser una solución óptima para ellas. De hecho, hay grupos de investigación que mantienen un pool de alumnos siempre disponibles para colocar en las empresas, lo que es una forma muy efectiva de “sembrar” la posibilidad de acuerdos futuros.
Un problema aquí es la escasa disposición que yo observo entre profesores e investigadores universitarios para aceptar un marco de colaboración que implique pasarse varios meses o un año trabajando en las instalaciones de una empresa. En el ambiente académico y en el laboratorio público no se trabaja igual que a pie del mercado, la intensidad es distinta, y también las rutinas con que se afronta el desafío de innovar. Por eso algunas iniciativas de movilidad no han tenido la acogida esperada, pero en mi opinión eso se debe más al modo concreto en que se han diseñado e implementado esos programas, y no a que se trate de algo que carezca de atractivo.
Quiero terminar diciendo que si yo gestionara fondos para potenciar los enlaces Ciencia-Tecnología-Mercado, la mayor parte de ellos los invertía ¡¡sin dudarlo!! en financiar la movilidad de personas en los dos sentidos. Me parece la vía que genera los mejores resultados en términos de coste/beneficio, no solo a corto plazo por el conocimiento transferido y los proyectos que se pueden suscribir, sino también a medio y largo plazo por la empatía y el mejor entendimiento mutuo que aflora de compartir las dinámicas cotidianas que se viven en la casa del otro.
Fuente: Inncash