Del laboratorio al mercado (3): Servicios de consultoría
Por: Amalio A. Rey Continuamos el seriado sobre las distintas modalidades de “transferencia de tecnología” que existen para poder hacer el viaje del laboratorio al mercado. En el primer post hablamos de los “Contratos de I+D por encargo”, y en el segundo sobre los “Contratos de Licencia” y “de Know-how”, así que la entrada de hoy estará dedicada a los “Servicios de asesoría o consultoría científico-tecnológica”. En este caso, científicos y tecnólogos que trabajan en los centros de investigación son contratados por las empresas para que les presten servicios de consultoría y asesoría técnica bien sea para resolver por encargo un problema puntual o bien para mantener una línea abierta de consultas periódicas sobre un tema en el que estos técnicos son expertos. Por ejemplo, un investigador en biología celular puede ser contratado como consultor, durante un determinado período, por una gran empresa fabricante de galletas para asesorarla en la solución de problemas que a menudo surgen con las harinas que “no se comportan como se espera”. Me gustaría recalcar que ésta es una modalidad débilmente explotada por los centros científicos y tecnológicos del Sur de Europa, pero que tiene un potencial extraordinario de desarrollo en el futuro próximo. Esto es así porque un papel vital que habría de esperar de estos centros, y en especial de las universidades, es que funcionen como “esponjas”, “radares” o “bombas extractoras” de conocimiento de vanguardia a nivel mundial y lo trasmitan en un lenguaje más asequible a las empresas de su entorno a través de servicios de consultoría o asesoría. Por ejemplo, echo en falta en España el funcionamiento de redes de “coaching tecnológico” a las empresas, lideradas claramente por las universidades, en las que participen investigadores con una clara orientación hacia la resolución de problemas y que interactúen como consultores con las empresas que lo necesiten. Por cierto, debo decir que este tipo de iniciativas ya funciona con éxito en otros países del Norte de Europa. Iniciativas de este tipo permiten a las universidades multiplicar su función de difusoras de conocimiento puntero en los términos en que la sociedad y el sector productivo están en condiciones de asimilar. Esta labor de “puente” exige, por supuesto, una adecuada traducción y difusión de estos conocimientos que actualmente no se hace. Por otra parte, las actividades de consultoría son de interés para los investigadores y el personal técnico en la medida de que les permiten adquirir experiencia en la cooperación con empresas. Pero del mismo modo, hay que reconocer que un problema que tienen es que son habitualmente muy intensivas en tiempo a cambio de una limitada financiación. Puede ocurrir, y de hecho ocurre más de lo deseado, que las empresas busquen a “consultores” en la universidad con el único objetivo de ahorrar costes, lo que exige que el personal académico sea prudente en relación con los proyectos que acepta. Mi recomendación es que se promueva esta modalidad con mucha más intensidad que la actual, pero que al mismo tiempo se sea selectivo, asumiendo sólo aquellos proyectos que cumplan al menos uno de los tres requisitos siguientes: 1) Entrañen un problema complejo que no pueda ser solucionado por las empresas del entorno 2) Signifiquen una oportunidad de adquirir experiencia y know-how valioso con vistas a mejorar la actividad investigadora del grupo 3) Sirvan como paso previo o “servicio de entrada” para traducir esta cooperación en proyectos más intensivos en I+D. Fuente: http://www.innocash.es